En evento reciente organizado por la Universidad Católica “Andrés Bello” de Ciudad Guayana, tocó abordar temática que incluía la vinculación entre Relaciones Laborales, el Trabajo Decente (o Trabajo Digno) y la Reforma Laboral en curso. El presente artículo va a concentrarse en el surgimiento de la noción de Trabajo Decente y la relación con los otros conceptos abordados.
En materia de las relaciones entre capital y trabajo, hay formulaciones y proposiciones que emergen para dar respuesta a situaciones críticas en estas relaciones. Algunas de ellas son efímeras y otras alcanzan la permanencia en el tiempo, se universalizan. Destaco que recién formulada una propuesta es atrevido juzgarla.
Son destacables dos declaraciones del siglo XIX, en plena revolución industrial. Emergió la protesta obrera, sintetizada en el Manifiesto Comunista, 1848, y se convirtió en un documento del cual hoy se continua hablando y estudiando. Otro tanto se admite de la Encíclica Rerum Novarum (“De las cosas nuevas”) 1891; en ella la Iglesia Católica expresa su preocupación por la situación de la clase trabajadora.
Superada la revolución industrial y entrando en el siglo XX, crisis agudas de la relación entre las potencias, así como dificultades en sus correspondientes sistemas económicos y de dominación, dan lugar a dos guerras mundiales que ya concluidas convocan a un mea culpa y emergen instituciones y declaraciones universales. En el caso del fin de la I Guerra Mundial, del Tratado de Versalles -1919- nació la Organización Internacional del Trabajo –OIT-, de estructura tripartita; y con la conclusión de la otra Guerra Mundial –II- surge la Organización de las Naciones Unidas, y un documento esencial en las relaciones entre las personas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con la gran crisis del capitalismo de los años 1929-1930, el liderazgo del país en donde hizo sus mayores estragos –EEUU-, planteó la propuesta del New Deal -Nuevo Trato- para reformular las relaciones laborales.
Con estas instituciones y declaraciones, se construyen conceptos, se abordan diferencias y las sociedades avanzan. Por supuesto que al interior de los países quedan las tareas más importantes para alcanzar una convivencia civilizada, un bienestar real, así como la construcción y estabilidad de las instituciones, que sean sustentable en sus objetivos y logros.
Desde fines de los años cuarenta hasta los setenta, en algunos casos y en otros los años ochenta, el mundo vivió los llamados años dorados, por el crecimiento de la producción, del bienestar, del empleo, y del funcionamiento de las relaciones laborales. Claro que con algunas lagunas no tan doradas, sino más bien opacas, como los conflictos por la descolonización, ya sea política, como también económica.
Por tanto, sea en los setenta para algunas sociedades o en los ochenta para otras, el fin de los años dorados significó el ascenso y dominio de las políticas neoliberales, las que se plantearon el desmonte de avances en las regulaciones e instituciones que estado, trabajo y capital habían construido especialmente durante los años dorados.
El dominio neoliberal fue efectivo y casi todos los países revisaron y desmejoraron sus regulaciones laborales, sea formal o informalmente. En América Latina llegó a calificarse los años ochenta como la década perdida, dado el deterioro en lo económico y social. Igual tendencia se observó en los noventa.
En este contexto es para el año 1999, un nuevo liderazgo al frente de la OIT formula el planteamiento de la búsqueda del Trabajo Decente. En estos sitios de Internet pueden oírse al Director General de la OIT (http://www.youtube.com/watch?v=V8RxXIJLa9k) (http://www.wddw.org/Message-by-the-ILO-Director). Era el reconocimiento del desmejoramiento universal de las condiciones de trabajo.
En la OIT se aprobó en 1998 el convenio sobre los derechos mínimos o básicos, y se destacó la necesidad de regulaciones internacionales. Estos derechos mínimos que se habían venido deteriorando eran:
- la prohibición del trabajo infantil;
- la prohibición del trabajo forzado;
- la eliminación de la discriminación en el empleo, igualdad de remuneración;
- la libertad de asociación; y
- el derecho a organizarse para negociar colectivamente las condiciones de trabajo.
La asunción de este programa del Trabajo Decente ha sido irregular, algunos países han asumido entusiastamente promover programas en estos derechos mínimos, pero otros han sido indiferentes, incluso hay países en donde ha ocurrido un retroceso. ¿Donde estamos nosotros? Es una pregunta que nos la formulamos como sociedad, es decir es una pregunta que han de formularse en primer lugar los actores del mundo del trabajo, empezando por los reguladores, es decir el Estado, y sus diversas agencias vinculadas con este campo esencial de la existencia humana.
Pensamos que el planteamiento del Trabajo Decente, apunta a quedarse como respuesta fundamental al desmejoramiento de las condiciones de trabajo, asumirlo es un requisito esencial para emprender una reforma laboral.
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