domingo, 14 de agosto de 2011

LA INFORMALIDAD: REAL Y OCULTA

De nuestra contribución de la semana pasada tenemos el compromiso de una precisión conceptual sobre lo que se viene entendiendo por Informalidad. En esa ocasión reprodujimos el concepto adoptado por Venezuela, y proveniente del Programa de Empleo para América Latina y el Caribe –PREALC- de la OIT en 1976.

Pero este concepto fue revisado y ampliado en el 2003, a partir de la XVII Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo, que acuerda Resolución sobre las Estadísticas del Empleo en el Sector Informal, la que a su vez toma en cuenta resolución de la XV -1993- conferencia de la misma entidad.

Se reconoció que las estadísticas sobre el empleo en el sector informal son particularmente necesarias para mejorar los sistemas estadísticos de los países en que las actividades del sector informal constituyen una parte importante del volumen total de empleo y contribuyen de manera significativa a la generación de ingresos. El caso venezolano encaja perfectamente en este supuesto.

El concepto de Informalidad aplicado a partir de Prealc -1976-, seguía siendo valido, ya que las categorías incluidas persistían en el mercado laboral, y nada sugería su tendencia a extinguirse. Recordemos que aludimos al trabajo doméstico, a los ayudantes familiares, a los trabajadores por cuenta propia y de empresas con menos de cinco trabajadores, en estos dos últimos casos referidos a no profesionales. Es decir se trataba de confirmar ese concepto, pero ampliarlo ya que las transformaciones en el mercado laboral en los ochenta, específicamente su deterioro daban lugar al fomento de empleos y situaciones de inserción laboral que si bien ocurrían en el sector formal, no cumplían con los supuestos del empleo formal propiamente entendido, que supone la cobertura y tutela de la legislación laboral y de seguridad social.

Ante esta adecuación y ampliación del concepto, la informalidad se amplia ya que agrega personas que aún trabajando para el sector formal, no están cubiertos por la legislación y la seguridad social. Esto lo podemos ver tanto en el sector privado como el público, así como en empresas de más de cinco trabajadores, que era el límite del concepto tradicional.

Es importante destacar que con el viejo concepto en el sector público no había lugar para situaciones de informalidad. Pero está ampliamente extendida la situación de personas que trabajan para el sector público sin nombramiento, sin contrato formal de trabajo, sin protección regulatoria y de seguridad social alguna. ¿Dónde ubicarlos?, por el tipo de empleador sería en el sector formal, sin embargo por la situación de orfandad de estos trabajadores, realmente no son nada formales. Es aquí donde la concepción de informalidad le es aplicable. Igual toca definir con figuras como becarios, pasantes, hasta trabajo gratis, voluntario se dice eufemísticamente. Se trata de empleadores formales con trabajadores informales.

Tanto en el sector privado como en el público ocurre el problema del mercado dual. Por un lado los trabajadores primarios, aquellos que disfrutan de tutela, seguridad social, planificación de carrera para el desarrollo del capital humano, luego los trabajadores secundarios, que si bien son tutelados por la legislación laboral y la seguridad social, tienen los beneficios contractuales que se conquistan vía las relaciones laborales. Aquí cabe la salvedad, que sólo ocurre en donde existen sindicatos y los reconocimientos correspondientes. Finalmente existen los tercerizados, que refiere a aquellos que no son tutelados ni cubiertos por la seguridad social del empleador contratante. Eventualmente son asimilados por el empleador receptor de la obra o servicios, generalmente luego procesos tensos de reclamos y litigios.

Si se indagara y reconociera la informalidad a partir de las situaciones expuestas en dos párrafos anteriores, tomando en cuenta la actualización del concepto, entonces el 43% que muestra el INE de informalidad, subiría sustancialmente. Esperando con ello el emprendimiento de políticas públicas basadas en situaciones genuinas de la realidad laboral del país.

sábado, 6 de agosto de 2011

LA INFORMALIDAD E IMPORTACIONES

Las magnitudes del empleo informal siguen teniendo un peso notable en la composición de la fuerza de trabajo. Para el año 1999, representaba cerca del 50%, y en los doce años transcurridos hasta el 2010 ha descendido a un 44%. Esto sin que haya aumentado el empleo formal. Lo que se ha visto es un incremento de la población inactiva en la misma proporción a la baja de la informalidad. La población inactiva representaba para el año 1999 un 30% y en estos momentos ha subido al 36%. Es decir aquella que no busca empleo. Se refiere también a quienes no tienen edad para el trabajo o ya la excedieron, más las amas de casa, discapacitados y fundamentalmente a la población que recibe beneficios directos de los programas sociales y con ello se desalentó para seguir buscando empleo. El incremento de los jubilados agrega otro grupo importante.


Si bien el concepto de sector informal es algo impreciso, y ha sido objeto de cuestionamientos. El hecho cierto es que refiere a un conjunto de personas que según señala la OIT constituye: “La fuerza laboral del sector informal se compone de los ocupados en empresas pequeños no modernas, los trabajadores independientes con exclusión de los profesionales universitarios, y los que trabajan en el servicio doméstico”. En base a estos criterios se levantan las encuestas de oferta de trabajo que realiza el INE en Venezuela y los entes equivalentes en los otros países.


En la mayoría de los países de la región latinoamericana se asocia y explica el incremento de la informalidad o el mantenimiento de su núcleo duro, por el hecho de llevar a cabo procesos de restructuración productiva, que apuntan al alcance de una mayor competitividad, reduciendo costos y haciendo ajustes en la organización del trabajo, buscando con ello incrementar los niveles de producción para aumentar el consumo interno así como incrementar las exportaciones y recaudar más divisas. Se pude decir que los países pagan con su alta proporción de informalidad, parte de los costos de la reestructuración productiva.


Enmarcado en lo indicado en el párrafo anterior, calificamos a Brasil. Cuenta con un 47% de informales, que alcanzan a una población de casi cincuenta millones de personas, pero al mismo tiempo se trata de un país que ha venido mejorando su capacidad productiva, al punto de estar ubicado como la séptima economía del mundo, con un PIB anual de 1.9 billones de dólares, y acumula un alto nivel de reservas para apuntalar su desarrollo autónomo.


Con lo anterior se quiere destacar que la informalidad nuestra no está asociada con procesos de reestructuración productiva, sino que viene ancestralmente de los llamados sectores tradicionales, que no lograron incorporarse a la modernidad que vino con la industrialización. Y paradójicamente iniciamos tempranamente un proceso de desindustrialización, agravado con las masivas importaciones de bienes que se venían haciendo localmente. Cuando vemos la larga fila de nuevos autobuses chinos subiendo por la autopista de Puerto Cabello, inmediatamente pensamos sombríamente en los trabajadores de las ensambladoras de autobuses y de los fabricantes de autopartes locales, y el encadenamiento productivo que ello representa. Y así tantos productos. Más que el mencionado desarrollo endógeno, nuestros ingresos petroleros han apuntalado el crecimiento de nuestros proveedores internacionales. Importamos en 1999, 12.6 mil millones de dólares y se ha incrementado hasta llegar a un máximo de 45.6 en el 2008. La recesión interna llevo el año pasado las importaciones a los 30.7 mil millones de dólares.


El único sector empleador que ha venido creciendo es el del empleo estatal, que ronda los 2.5 millones de personas, uno de cada cinco personas ocupadas está al servicio del estado. Pero la mayoría son empleos del sector terciario, con un aporte limitado a la competitividad de la economía venezolana. Aquellos que son del sector de producción de bienes y servicios transables que provienen de las estatizaciones, no son creaciones de empleo, sino cambios de patronos. De empleadores privados a patronos estatales. Con el agravante de que en todos los casos esos empleos bajan de calidad, ya que los trabajadores o pierden conquistas y reivindicaciones históricas, o se congelan y pierden la progresividad, que es característico de los empleos y condiciones de trabajo de una economía dinámica de acuerdos y consensos entre las partes productivas.

lunes, 1 de agosto de 2011

Conflictos del oficialismo obstaculizan mejoras laborales

Publicado en el Correo del Caroní en el día 1-8-11

Conflictos del oficialismo obstaculizan mejoras laborales
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Lunes, 01 de Agosto de 2011

Héctor Lucena, doctor en ciencias sociales y experto en relaciones laborales, criticó la injerencia del Estado en las organizaciones de trabajadores. Edgar Meléndez, dirigente del PCV en el estado Bolívar, afirmó que el gobierno se parcializa por ciertos grupos de trabajadores y criminalizar las protestas en su contra.

Ramsés Ulises Siverio
rsiverio@correodelcaroni.com
Foto Archivo

A3MARCHA

Trabajadores pro gobierno han sido críticos de la gestión oficial

Salón estrecho. Calor. Tonos de voz alto y ceños fruncidos. Los trabajadores de Corpoelec estaban indignados ante la situación de la empresa. Lo denunciaban públicamente. Sin problemas. Ante los medios de comunicación presentes en aquella sala, donde el descontento relucía más que el color rojo de los uniformes.

“Para cubrir estos servicios mínimos que garanticen la funcionalidad de la empresa en el estado Bolívar, se requieren dos millones 137 mil bolívares. Es decir, el 50 por ciento de lo que dejamos de recaudar producto de la ineficiencia, negligencia, y el boicot de Iraida Alfonzo en nivel nacional”, fustigaba Francisco Alarcón, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores Eléctricos del Estado Bolívar (Suteeb).

- ¿Quiénes están detrás del supuesto boicot?

- El área de recursos humanos y el área financiera. Lo técnico nos lo dejaron a nosotros, a los trabajadores; pero el área financiera, que es la que tiene que cumplir con los pasivos de los trabajadores y los proveedores, no está cumpliendo con sus funciones.

Mientras Alarcón seguía lanzando sus dardos, cargados con el amargo fruto de la crítica, justo detrás de él y los trabajadores que lo acompañaban, se asomaba una gigantografía del presidente Chávez. El mismo que, durante la juramentación del control obrero, profirió una frase que hoy retumba en la memoria de sus simpatizantes: “Yo me las juego con los trabajadores”.

“Yo creo en ustedes, yo me las juego con los trabajadores, me juego la vida con la clase obrera y le pido al Gobierno todo que nos juguemos la vida con la clase obrera”, dijo el mandatario al inaugurar un ciclo no menos polémico: el control obrero en las empresas de Guayana.

Esto es el discurso, pero la realidad muestra otro escenario. El último informe sobre manifestaciones públicas realizado por las ONG Espacio Público y Provea, revela que entre enero y junio de este año, se registraron 989 protestas por derechos laborales. Esta cifra representa un incremento de 107% en relación con el mismo período del año pasado, cuando el número de manifestaciones por esta causa fue de 478.

Entre todos los sectores manifestantes, el que más se movilizó fue el de los trabajadores, al protagonizar 747 acciones de protesta en todo el país; un 31,7% del total de manifestaciones durante los primeros seis meses del año.

Sin derechos laborales
Para el doctor en ciencias sociales y experto en relaciones laborales, Héctor Lucena, hablar de “gobierno obrerista” es una denominación amigable desde el punto de vista político, pero de poco sustento en la realidad. Desde su óptica, hay varios indicadores que permiten demostrar que el gobierno no es proclive a favorecer los derechos de los trabajadores.

“En primer lugar, hay poca autonomía e independencia de las organizaciones laborales. Hay mucha interferencia del Estado, que dificulta el ejercicio del rol de los trabajadores”.

Lucena explicó que muchas veces, las mismas organizaciones favorecen esta obstrucción a cambio de prebendas y beneficios, lo cual propicia la formación de grupos que coliden con los sindicatos en sus luchas e intereses. “Eso explica en gran medida los hechos de violencia entre los mismos trabajadores”.

El experto quiso dejar muy en claro que la confrontación política no es ajena al mundo laboral. De hecho, es normal que la lucha de los trabajadores esté asociada históricamente a un enfrentamiento con el patrón. Un enfrentamiento, antes más hostil, y hoy más circunscrito al ámbito del derecho.

Esto es lo normal para Lucena. No así las pugnas entre trabajadores, que -a su juicio terminan por debilitarlos como fuerza política.

- ¿Por qué muchos trabajadores, siendo del mismo oficialismo, se pelean entre sí?

- Es normal que no existan coincidencias, pero eso es algo que deben resolver los trabajadores en su seno. Lo importante no son las corrientes sino el acuerdo. Todas esas corrientes necesitan un congreso fundacional, pero sin la intervención patronal -resaltó con un tono casi petitorio.

Para Lucena, el gobierno ha hecho promesas que no ha cumplido, pero tampoco ha sido indolente al respecto. Al contrario, asegura que en 12 años de gestión ha implementado medidas que favorecen al sector, pero haciendo la salvedad de que éstas no son el resultado de un diálogo con los trabajadores.

De hecho, criticó que algunas de estas medidas se utilicen para favorecer a ciertos grupos, política que calificó de “no conveniente para las relaciones laborales”.

“Está por ejemplo el caso de la Lopcymat, que se aplica de manera muy rigurosa para el sector privado, y muy levemente para las empresas del Estado. Esa es una forma de favorecer a ciertos grupos y no a todos los trabajadores por igual”, argumentó.

Otro de sus señalamientos al estamento público es la falta de instituciones en materia laboral, y de organismos que cumplan su función porque, desde su perspectiva, “el Ministerio del Trabajo perdió su papel de árbitro”.

- ¿Qué otros indicadores le hablan de la falta de políticas en materia laboral?

- La congelación de convenciones colectivas como hecho generalizado. Eso es robarle un derecho fundamental a los trabajadores; la falta de empleos dignos. Hay muchos empleos, pero nada de calidad: no hay protección de la empresa al trabajador, no hay seguridad social, y muchos sindicatos trabajan por intereses particulares; y el decrecimiento de la producción, debido a gestiones erráticas e incompetentes.

Diversidad roja
Esas diferencias de las que hablaba Lucena también las ven algunos simpatizantes del gobierno. Uno de ellos es Edgar Meléndez, secretario del movimiento obrero y sindical del Partido Comunista de Venezuela (PCV) en el estado Bolívar, quien pese a reconocer los avances del gobierno en materia de derechos laborales, no tiene problema en asumir la existencia de tales divergencias.

El primer punto de discusión es la idea sobre el momento político que vive el Estado venezolano. “Nosotros desde el PCV pensamos que Venezuela está pasando por un proceso de liberación nacional, no socialista. Todavía no se puede hablar de socialismo porque los medios de producción todavía no están en manos de los trabajadores”.

Las discrepancias entre grupos de gobierno también forman parte de esa realidad. Según Meléndez, hay facciones que buscan el beneficio para los trabajadores y otras, simplemente, saciar sus propios intereses. Para el dirigente, la situación ha trascendido hasta el mundo de las organizaciones obreristas.

“Las diferencias políticas son irreversibles. Para nadie es un secreto la separación de la FBT y la Unete, y que en la FBT hay muchas personas del viejo sindicalismo. Muchos oportunistas que lo que están buscando es su beneficio personal”, aseveró el dirigente comunista.

Argumentó su posición recordando que, en la anterior Asamblea Nacional (AN), los parlamentarios del PSUV se negaron a discutir la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, sabiendo que era una ley que beneficiaría a todos los trabajadores del país.

“Tuvimos que ponernos de acuerdo nosotros, en el I encuentro nacional del control obrero, y tomar la decisión de recoger firmas para activar el mecanismo del pueblo legislador para proponer esta reforma y la de Consejos de Trabajadores y Trabajadoras”, añadió.

- ¿Ustedes creen que el Gobierno nacional realmente es obrerista?

- Nosotros creemos que no, por todas esas experiencias que demuestran que este gobierno no está a favor de los trabajadores.

- ¿Como cuáles?

- La criminalización de la protesta, por ejemplo. Ahí está el caso de Rubén González, que lo pusieron preso por protestar. Jorge Figueroa, trabajador que recibió una calificación de despido por denunciar la corrupción de la junta de transición de Friosa. Lo mismo con el trabajador de Orinoco Iron Rubén Palomo, que denunció al rey de las cabillas Luis Velásquez, y la persecución y el hostigamiento a los trabajadores revolucionarios de la Mitsubishi Motors en Puerto La Cruz. Todos esos hechos nosotros los rechazamos.

Ahí están los hechos. Ahí están los escenarios. Por un lado: promesas, arengas y consignas para formar “la patria obrera”. Por el otro: persecuciones, represiones, falta de inversiones en las empresas, incumplimiento de beneficios laborales y ausencia de contratos colectivos.

Mientras tanto, la figura de Hugo Chávez sigue presente en numerosos volantes y afiches. Y en algunos de ellos, todavía legible, se leen tipografías rojas que recuerdan su mensaje: “Yo me las juego con los trabajadores”.

Por la ley y el trabajo

Edgar Meléndez recordó que fue el grupo de la Unete (Unión Nacional de Trabajadores) el que llevó las firmas hasta la Asamblea Nacional y la Vicepresidencia de la República. Esto con la finalidad de solicitar una reforma a la Ley Orgánica del Trabajo y la Ley de Consejos de Trabajadores.

Pero este viernes, cuando el presidente de la AN, Fernando Soto Rojas, visitó Guayana, otro grupo le entregó una nueva solicitud. Todos ellos, casualmente, eran de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT).

¿Cuál propuesta discutirá el poder legislativo? ¿La primera? ¿La segunda? ¿Ambas? Las cartas están echadas.