domingo, 26 de junio de 2011

LOS TRABAJADORES EN LAS TRANSICIONES DE LAS RELACIONES INDUSTRIALES

El rol de los trabajadores cobra sentido protagónico, en tanto exista un nivel de organización del movimiento que permita construir democráticamente sus propuestas y lograr la adhesión del mayor número de seguidores, incluidos también sectores aliados, como pueden ser aquellos provenientes de los sectores profesionales e intelectuales. Este enunciado remite a que en el seno de los propios actores laborales ha de ocurrir la elaboración de sus posiciones.

Desde inicios de los ochenta los trabajadores han venido perdiendo poder adquisitivo, así también la remuneración del trabajo a nivel macroeconómico ha venido disminuyendo. Según datos de la Cepal, la participación del capital y del trabajo en los ingresos nacionales, era de 60% y 40% respectivamente en 1998, ha pasado en el 2008 a 69% y 31%, el primero ha subido sustancialmente y el segundo ha bajado.

Ello lleva a justificar un replanteo de la relación de los trabajadores con los empleadores. Así también la sindicación y la contractualización han venido disminuyendo. Por otro lado se ha estancado la generación de empleos formales. Esta situación conduce al dilema de si más empleo o más regulación. Hay un debate entre los investigadores del tema, en donde algunos consideran que a más regulaciones más informalidad, porque los empresarios entonces evitan crear empleos, y hasta el mismo gobierno recurre a la informalización. Pero también se considera que el ataque estatal a las evasiones de protección o tutela laboral por parte de empleadores, demanda a su vez regulaciones, con el fin último de formalizar la situación de los informarles.

Si bien este no necesariamente es un dilema explícito en las políticas públicas y en el accionar empresarial, al final de cuentas ocurre que en la generación de empleos la mayor parte se ubica en empleos desprotegidos y de baja calidad. Incluso es un fenómeno que igualmente ocurre en los ámbitos privados y públicos.

Sobre las nuevas formas de RR.II. hay un potencial importante para su replanteamiento. Veamos elementos constitutivos o básicos de las mismas. Por un lado el grado de difusión de las RR.II. maduras, llamemos aquellas en donde los trabajadores están organizados y logran con los empleadores una relación de reconocimiento y respeto mutuo que da lugar a relaciones contractualizadas estables. Este segmento de las RR.II. ha venido disminuyendo, y hoy refiere a una minoría de la población trabajadora. La mayoría no está organizada sindicalmente ni disfruta de relaciones contractualizadas, aunque una parte de ella son receptoras de los beneficios básicos de la legislación laboral, pero al final el conglomerado excluido es de magnitudes respetables.

Conspira en contra de este propósito el que en el seno del movimiento se experimenten desgastes derivados de confrontaciones internas. Mientras, se carece de capacidades consistentes para conducir los procesos productivos. A pesar de las proposiciones estatales en construir y desarrollar opciones productivas que sean más avanzadas en producción, solidaridad y eficiencia que las formas tradicionales capitalistas, los resultados han sido opuestos. Pudiera al final sugerirse que los trabajadores tuvieron oportunidades de dirigir empresas y no pudieron. Resultan discutibles las tales oportunidades. La investigación tiene ahí una tarea importante.

Conviene reiterar que el sector que mayores aportes ha brindado a las innovaciones en el ámbito de RR.II. ha sido el sector manufacturero, incluyendo al petrolero –refinerías–. Resulta que este aparato productivo se ha venido reduciendo, tanto en aportes al producto interno bruto, como en su fuerza de trabajo.

Por otro lado, en las nuevas institucionalidades se privilegia la organización de movimientos sociales a partir de los espacios de vida, y no de producción. En ese orden se ubican los consejos comunales, entre otras formas organizativas al margen de la producción. Pero a estas formas se les dota, desde las políticas públicas de importantes recursos y áreas de influencia, que llegan incluso a los espacios productivos, en donde las RR.II. experimentan efectos que fragmentan sus instituciones.

Estamos viviendo el desarrollo laboral de una sociedad en un proceso de revisión institucional. Si las nuevas instituciones emergentes echarán raíces, es difícil anticiparlo. El panorama es complejo, por tanto no es un ejercicio fácil precisar el curso que han de tomar las RR.II. Ha de seguirse en la profundización interminable del análisis de las transformaciones en curso, aunque también ha de tenerse presente, que al cabo de varios años pudieran ser propuestas de las cuales poco se hable. En la historia hay evidencia de que aquellos procesos o instituciones que no internalizan los propios actores del mundo del trabajo, finalmente no encajan sus raíces en el funcionamiento de las RR.II.


miércoles, 22 de junio de 2011

Pocos resultados en control obrero potencian violencia

Publicado en EL UNIVERSAL del martes 14 de junio de 2011 12:00 AM

La falta de resultados con el control obrero en Guayana, cuna del experimento socialista que lleva adelante el Gobierno en materia laboral, ha ocasionado nuevas formas de violencia sindical, como las observadas en el último mes.

Al menos así lo cree el coordinador del programa doctoral de Estudios del Trabajo de la Universidad de Carabobo, Héctor Lucena, quien aseguró que detrás de los últimos hechos de violencia en el sur del país se encuentra la necesidad de obtener un poder político.

"Hay una situación con el control obrero y es que no hay resultados. Eso lleva a la desesperación a la dirigencia que sigue creyendo en eso", dijo.

En el último mes se han registrado dos sonados episodios: el atentado contra el dirigente de Bauxilum, José Luis Morocoima, y la muerte del trabajador de Ferrominera, Renny Rojas, ambos en confusos episodios adornados con un sinfín de versiones de bando y bando.

"Es una señal tenebrosa eso de que a una persona la maten delante de la Guardia Nacional, de toda una asamblea de trabajadores, de cámaras de videos", dijo Lucena.

Destacó que lo más seguro es que el sector que perdió la influencia entre los trabajadores haya activado la violencia. Ese día se iba a elegir la junta electoral que lideraría los comicios del sindicato de esa empresa.

Según los datos de la Vicaría de Derechos Humanos y de Provea, entre 1999 y hasta septiembre de 2010 han asesinado a 280 dirigentes sindicales en Venezuela. Aunque no hay datos preliminares de este año, en la última semana se han registrado dos muertes de sindicalistas.

Pero los casos de la violencia sindical política apenas son una mínima expresión de lo que ha ocurrido en los últimos años. El coordinador docente de la Universidad de Carabobo señala que en el tráfico de empleos se centra la verdadera causa de la violencia y el sicariato sindical.

Gobierno responsable

Lucena destacó que la intervención de los poderes públicos en el problema ha sido inexistente, lo que permite pensar que se trata de una política del gobierno que, en el fondo, busca desprestigiar al movimiento sindical y mover a sus afiliados hacia otras formas de representación laboral.

"El Estado ha promovido sistemáticamente el paralelismo sindical, que fomenta la división y la violencia entre los trabajadores", indicó.

Es tan cierto, que la instalación de una mesa de diálogo para frenar la violencia en 2008 -medida adoptada por el exministro del Trabajo Roberto Hernández- redujo a 19 los asesinatos a sindicalistas ese año, luego de tres años con más de 40 casos. La salida de Hernández trajo la disolución de la instancia y enseguida los crímenes subieron a 46 en 2009 y a 68 en 2010, el registro más alto de los últimos 14 años.

domingo, 19 de junio de 2011

LA ESTRUCTURA PRODUCTIVA Y LAS FORMAS DE REPRESENTACIÓN DE LOS TRABAJADORES

Un intercambio reciente sobre las formas de representación de los trabajadores, replantea la preocupación por el hecho de observar en las políticas laborales publicas que se viene adelantando y promoviendo, un conjunto diverso de formas de representación.

Un hecho reconocido históricamente es la asimetría de poder entre el patrono y el trabajador. A lo sumo en las pequeñas organizaciones de poca generación de riqueza, la relación de ambos guarda una desigualdad moderada. Pero en la medida que las empresas logran avances en la producción y crecimiento, se va abriendo una brecha del poder de ella y los trabajadores; es ahí es donde se dan las condiciones para que éstos sientan la necesidad de organizar alguna forma de representación e intercambio con la patronal, que ha de traducirse en mecanismos de negociación y acuerdos.

La forma de representación dominante en la historia de las relaciones empresas y trabajadores ha sido el sindicato de asalariados. En los países de capitalismo más antiguo este hecho nos remonta a la segunda mitad del siglo XIX. En países de desarrollo capitalista tardío y además dependiente, como es el caso nuestro, es un fenómeno más reciente, digamos el segundo tercio del pasado siglo. Aunque sin que fuera un fenómeno de extensión nacional, sino sólo en actividades muy puntuales, que por su estructura económica y productiva ofrecieron las condiciones para la organización sindical de los trabajadores.

En nuestro caso, con una estructura económica que adopto la industrialización tardíamente, apenas en los años cincuenta y sesenta; y que paradójicamente, por otro lado empezó tempranamente a desindustrializarce. Ya en los ochenta se hacen evidentes signos en tal sentido, que se agudizan en los noventa y en lo que va de siglo XXI.

Se reconoce que el hábitat más propicio para el desarrollo sindical, es el industrial o manufacturero, aquel en donde los procesos productivos y la organización del trabajo requieren de un liderazgo empresarial, tanto en el nivel directivo como gerencial, de una notable dosis de emprendimiento, innovación y creatividad, así como de una compleja relación con la fuerza de trabajo, por las calificaciones y destrezas que esta adquiere.

Con lo anterior se destaca que se trata de una organización representativa que nació y creció, a tono con las actividades productivas predominantes en la estructura económica en el país, y ellas fueron en primer término actividades vinculadas con el sector primario, tal es el caso del petrolero y del minero. El primero evidenciando organizaciones sindicales constituidas en los años treinta y el segundo en los años cincuenta.

Tenemos entonces que las organizaciones de trabajadores vinculadas con las actividades de transformación, donde se incluyen los siderúrgicos, los procesadores de aluminio, de electricidad, de bienes de consumo industrial y doméstico derivados de procesos de transformación, son parte de nuestra historia laboral de apenas los años sesenta para acá. En términos históricas son organizaciones con un pasado corto. A lo sumo esto nos remite a dos generaciones de población obrera sindicalizada, en estos sectores.

Ha habido es este corto lapso un proceso en muchas de las organizaciones productivas de nacimiento, aprendizaje, sostenimiento, crisis y declinación. En esta consideración, cabe hacer la distinción que las organizaciones cuando provienen del capital extranjero, cuentan en su haber con la experiencia adquirida en otros lares, por supuesto que ello abona del lado patronal. Teniendo presente que esas experiencias que trae la inversión extranjera, ya sea por tenencia de la propiedad o por asociación con inversores locales, estatales o privados, brinda ventajas que se hacen presentes en los diversos ámbitos de funcionamiento empresarial, sea productivo, administrativo como laboral.

En el país son pocas las organizaciones empresariales que muestran un historial que cubra este lapso de sesenta años de crecimiento y desarrollo sostenido, con una conducción autónoma, que al mismo tiempo sea innovadora y creativa en los procesos productivos, y que todo ello permita el hábitat para el desarrollo de las organizaciones autónomas de los trabajadores, traducido en mejoramiento continuo de las condiciones de trabajo y de la calidad de vida. Se trata de un escenario de escasez de este tipo de organización productiva.

Con este artículo, en el fondo se quiere llamar la atención que no es viable un desarrollo genuino en lo sindical en tanto igualmente no ocurra un desarrollo productivo. Un empresariado sostenido de la renta petrolero, así como un Estado empresario improvisado y arbitrario, no construyen la estructura productiva generadora de riquezas y condiciones para un desarrollo sindical sólido.

Por ello, así como un alto porcentaje del empresariado se ha caracterizado por arrimarse a las ventajas estatales, otro tanto ha hecho buena parte del sindicalismo. Pero este problema no se resuelve con la creación desde el Estado de nuevas formas de representación, sean consejos, delegados, milicias o el nombre que adopten. Más bien, todo esto remite a ser interpretado como una nueva forma de anti sindicalismo, que llevaría a los colectivos laborales a situaciones que parecían superadas.

sábado, 11 de junio de 2011

VIABILIDAD DE LA REDUCCION DEL TIEMPO DE TRABAJO

La Reducción del Tiempo de Trabajo y algunas de sus consideraciones es el tema de análisis. Algunas razones en el orden legislativo invitan a tenerlo presente, aunque por otro lado existen razones que le quitan primacía o vigencia a este tema, al menos en la actual coyuntura venezolana.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala en su Artículo 95 “… Se propenderá a la progresiva disminuciónde la jornada de trabajo dentro del interés social y del ámbito que se determine y se dispondrá lo conveniente para la mejor utilización del tiempo libre en beneficio del desarrollo físico, espiritual y cultural de los trabajadores y trabajadoras.”

Desde hace ya largo tiempo, el tema de la reducción de la jornada es motivo de propuestas que enganchan relativamente fácil al mundo de los trabajadores. Aunque cuando los ingresos son insuficientes, en muchos casos se convierten en formulas para finalmente trabajar más, ya que se dan posibilidades para un segundo empleo.

Si bien el compromiso constitucional se intentó materializar con la propuesta planteada por el Ejecutivo de reforma constitucional del 2007, en donde se incluía una pronunciada disminución de la jornada de trabajo, que como se sabe no resultó victoriosa en el referéndum de entonces.

Cuatro años más tarde, según el Presidente de la República, el planteamiento ha quedado descartado. Observamos que el país ha venido obteniendo resultados productivos menguados. Sus índices de producción y productividad vienen en declive. Además diversas y complejas situaciones en el funcionamiento social y económico, hacen la vida de las ciudades complicadas. Temas como transporte, vialidad e inseguridad, atentan contra los ciudadanos, pero con mayor fuerza a los sectores más pobres. Todo ello repercute en el tiempo de trabajo y de vida.

Conviene recordar que el tiempo de trabajo no es independiente de todos los tiempos en los cuales participa el ciudadano y la familia en su conjunto. El tiempo productivo y el tiempo reproductivo no son ajenos. Se complementan e integran. Más notorio ante el hecho de la reducción del tamaño de la familia, y la orientación hacia la estructura nuclear, que hace descansar en la pareja la atención del hogar, de los descendientes y eventualmente de algún ascendiente.

En el tiempo de trabajo no hay que dejar de mencionar la dimensión temporal que se tome como referente. En nuestro medio, predomina en los análisis la dimensión diaria, refiriéndose al máximo de horas que se dedican al trabajo. Pero la dimensión semanal, mensual, anual y de ciclos aún más largos, hasta llegar a la vida laboral total, son referentes que contribuyen a un mejor análisis del fenómeno.

Lo anterior no resta importancia a la dimensión al interior de la jornada misma. En donde está el tema de la intensificación y control. No es por azar que el desarrollo de las técnicas empresariales para optimizar los procesos de trabajo, prestan especial atención al tema de la porosidad de la jornada de trabajo. La clásica reducción del tiempo muerto.

El aporte de los datos que contribuyan al entendimiento y análisis del tema tiempo de trabajo, es una acción que se espera de los órganos públicos y privados relacionados con el problema. Hace falta conocer el número de horas efectivamente trabajadas según la diversidad de sectores productivos, y a lo largo del año. Las autoridades exigen los horarios de trabajo, demandan permisos para trabajo extraordinario, entre otros asuntos vinculados con el problema, pero poco o nada se hace con dicha información. Si toca decidir sobre tiempo de trabajo, los insumos se entregan periódicamente. Claro, falta organizarlos y publicarlos, para que la sociedad junto con sus experiencias contribuya al análisis del problema y la presentación de propuestas.

domingo, 5 de junio de 2011

La Violencia en Venezuela

Acaba de salir de imprenta el Cuaderno No 6 “Una lectura Sociológica de la Venezuela Actual” dedicado al tema de la Violencia. Esta publicación es editada por la Universidad Católica “Andrés Bello”; recoge el Prólogo de Verónica Zubillaga y tres trabajos de investigación sobre el tema: “Violencia en el hogar y en las relaciones intimas” – Tito Lacruz-, “Alternativas a la Violencia: lecciones de los Evangélicos”, de David Smilde, y “Violencia Sindical” de nuestra autoría. Destacaremos algunos planteamientos del prólogo vinculándolos con el mundo del trabajo, dejando para otras fechas reflexiones sobre los otros temas.

Señala la prologuista – V. Zubillaga- que a partir de la década de los noventa las muertes violentas se han convertido en un problema de salud pública en América Latina. La situación de Venezuela destacas especialmente por la magnitud del cambio experimentado. En 1999 la tasa de homicidios era de 25 por cada cien mil habitantes, diez años más tarde, Venezuela alcanza la tasa más alta de la región con 75 homicidios por cada cien mil habitantes. Incluso superior a países que han confrontado conflictos armados en el pasado reciente – caso El Salvador- o en el presente, caso Colombia.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana (2009), el 80% de esos asesinatos se comete con armas de fuego. Lo que lleva a identificar que Venezuela vive una situación denominada violencia armada en contextos no bélicos. Lo que resulta más grave, ya que hay resistencias en las esferas estatales a admitir la gravedad de la situación, y se dejan de tomar medidas que contrarresten el estado de emergencia real que viven los ciudadanos pacíficos.

La violencia es caracterizada por los estudiosos como urbana y social, ya que la mayor parte de los homicidios ocurren en las urbes donde se concentran mayor riqueza y movimiento económico, y mayor desigualdad social, tales son los casos de Caracas, Maracaibo, Valencia y Ciudad Guayana. La prologuista también caracteriza esta violencia de carácter difuso, pues no se trata de un conflicto central sino una conflictividad expandida. Por un lado, una dimensión económica, orientada hacia el control de los recursos o actividades económicas clandestinas, como el tráfico de las drogas, de armas y el crimen organizado. La expresión en el mundo del trabajo, es el tráfico y mercantilización de los puestos de trabajo.

Por otro lado una dimensión social o más bien infrapolítica, expresada en el quiebre del vínculo social, en la incapacidad de reconocer la humanidad del otro, con una letalidad que en Venezuela los saldos de víctimas equivalen a los niveles de un conflicto armado.

Finalmente concluye el prologo “esta situación conlleva un miedo, que ha penetrado en la cotidianidad de nuestras vidas y escenarios del acontecer diario, tales como las calles por donde transitamos, el hogar, la escuela, los lugares de trabajo, el espacio público, revelando de manera descarnada nuestra conciencia de vulnerabilidad y dependencia de otro que se revela predador, y frente al cual nos hallamos desamparados”.

Véase que se menciona lugares que hasta hace poco eran santuarios, tal es el caso de los sitios de trabajo. Espacio caracterizado por la convivencia necesaria para el acto productivo, y para ganar el sustento de los actores laborales. Cierto que en estos espacios no dejaba de ocurrir arbitrariedades, pero que los sindicatos usando los mecanismos de diálogos, quejas y presiones, ante el patrono o ante las instancias de la administración del trabajo y/o la justicia laboral podían ir resolviendo.

Pensamos que se había quedado atrás la figura de las bandas armadas en y alrededor de los espacios de trabajo, como métodos violentos permitidos por las autoridades en los años sesenta y setenta, pero hoy renacen los mismos métodos, eso sí con nuevos discursos, y ante la mirada pasiva de quienes la sociedad les ha entregado el monopolio de las armas.