lunes, 25 de julio de 2016

DESVALORIZACION DEL TRABAJO


Mes a mes el país lee con frustración los nuevos valores de la canasta alimentaria y la canasta de productos básicos. Su crecimiento en los últimos años expresa los resultados fallidos de los esfuerzos que se han puesto en práctica para intentar corregirlo.

  Para los trabajadores esta es una de las expresiones más brutales de la desvalorización de su esfuerzo laboral: que su ingreso cada vez le alcanza para menos productos y servicios, lo que lo lleva a ir prescindiendo de algunos de ellos, reduciendo cantidades, calidades y desmejorar su nivel de vida, en fin empobreciéndose. 

  En nuestro país los trabajadores estaban acostumbrados a medir sus ingresos en valores nominales. Los proyectos de convenios colectivos de elaboración por parte de los sindicatos, solicitaban aumentos en cantidades nominales. En general así funcionaba gran parte de las demandas laborales. Por supuesto que no era la forma más objetiva para la discusión salarial. Desde siempre ha debido plantearse en valores reales. Nada extraordinario si tomamos en cuenta que así es como ha funcionado y funciona la administración empresarial para fijar sus precios y costos.  

  La desvalorización del trabajo tiene además otras expresiones aparte de la elocuencia de ver la brecha que se aprecia entre los valores salariales y sus ajustes periódicos, y la manera como se comportan los precios semana a semana, mes a mes.

  La escuela de los clásicos de la economía liberal, sustentó que el trabajo es esencial para la creación de riqueza. La escuela marxista fue más lejos y señaló que era el trabajo la más genuina fuente para crearla. Diferencias importantes surgieron en el control del proceso de trabajo, en la determinación de los precios y en la distribución de la ganancia. Pero en común se sustentaba el reconocimiento de la valorización del trabajo. 

  En nuestra cultura y tradición familiar se concibe que la educación es para prepararse para ser un buen ciudadano y para que con el trabajo asegurar el sustento y el progreso personal y familiar.  Hay ejemplos y realidades que confrontan con esta perspectiva. 

  En la realidad que se vive en la Venezuela de estos años, uno de los fenómenos más notables es que el trabajo ha perdido valor. Por eso el empobrecimiento del que trabaja. A tal punto que personas que llevan a cabo casi cualquier actividad informal sin inversión ni complejidad alguna logran obtener mayores ingresos que muchos de aquellos que trabajan convencionalmente, sometidos a horarios y subordinación. 

  Lo anterior también atenta contra la preparación sistemática para el ejercicio de tareas laborales. Teóricamente el valor del trabajo tiene entre sus sustentos más importantes la de la formación y la experiencia, el conocimiento. Preservar esta relación es conveniente para cualquier sociedad porque para un progreso real y sustentable no son los atajos las vías más indicadas, sino la preparación, el conocimiento. 

  La desvalorización del trabajo en los países no desarrollados también se expresa en el hecho de como se distribuye el ingreso entre el capital y el trabajo. En los países desarrollados del total de los ingreso va al trabajo un porcentaje mucho mayor que al capital. En esta distribución ha sido muy importante la evolución luego de la I Guerra Mundial, y aún luego de la II. Estos fenómenos dieron lugar a acuerdos y pactos que fortalecieron la distribución más equilibrada, por eso dando mayor participación a quiénes eran los aportantes del trabajo. En ese sentido, en los países latinoamericanos y africanos no han logrado estos niveles. Seguimos a lo sumo mostrando una distribución aún mayor para el capital que para el trabajo. 

  Obviamente la desvalorización del trabajo también resulta no sólo de la relación entre los precios y salarios, ni de como se reparte el ingreso entre capital y trabajo, sino también como se dirige y organiza la economía y la sociedad en general.  Al respecto en nuestro caso en donde la renta petrolera juega un papel central, y el acceso a ella determina riqueza y pobreza. 

  Históricamente se han creado riquezas no sustentadas en el trabajo sino más bien en el acceso a la renta petrolera. El tema es de envergadura para profundizarlo en pocas líneas. Pero si es indiscutible destacar que el control y la vinculación con el Estado, es de primera importancia para aclarar el peso y las formas que adopta la distribución de la renta petrolera y el trabajo.

  Por diversas razones se observa la disminución del ingreso petrolero, no sólo por los precios del barril, sino por la pérdida de producción, de eficiencia, de productividad, por los mayores costos, por el manejo de su producción con esquemas políticos e ideológicos dirigidos a ganar adhesiones y compromisos que le cuestan grandes cantidades de dinero al país,  y que por otro lado se ha mostrado cuan frágiles son estas “inversiones“. Total que esta renta se ha achicado.

  Finalmente se desvaloriza el trabajo cuando se promueven soluciones a problemas a partir del no trabajo, como se ha manejado la crisis de energía, minimizando el trabajo, así como desde el poder se promueve frecuentemente actos sectarios en tiempo de trabajo que erosionan la cultura laboral. 

  Se confunde trabajo con estar en nóminas para hacer tareas no laborales. Se confunde trabajo con asistencialismo.

  Igual cabe señalar el presentismo, es decir, atender el horario laboral pero sin llevar a cabo las tareas propias de los cargos. 

  Las políticas económicas han llevado a innumerables centros productivos a no contar con materiales para trabajar por lo que han de tener a los trabajadores sin ejecutar tareas.  Las nóminas abultadas en los centros de trabajo tanto públicos como privados, también es una forma de desvalorizar el trabajo. 


  Para los trabajadores y para el país es necesario recuperar la valorización del trabajo. Ello demanda políticas bien diferentes a las que se han venido aplicando.

miércoles, 20 de julio de 2016

IMPLICACIONES DEL CIERRE DE UNA TRANSNACIONAL



La empresa transnacional Kimberly-Clark terminó de paralizar sus operaciones en Venezuela este 30 de junio, luego de 24 años produciendo en el país. Es una transnacional con 140 años de funcionamiento y es de las líderes mundiales en los productos que fabrica.

  Salen del mercado productos en situación de extrema escasez y que son esenciales para la población -pañales, papel y toallas sanitarias, toallas de cocina-. Poco antes de paralizar venía trabajando a una mínima capacidad. En el pasado año del 2015, hubo algunas paradas por carencia de materia prima. La situación se agudizaba en el transcurso del presente año, no era de sorprender que de un momento a otro se paralizaría.

  Este caso no es único, esta generalizado en las transnacionales de la industria manufacturera. Ha habido muchos casos de cierres, y la situación no se detiene. El gremio de los industriales Conindustria, los documenta y expone al público frecuentemente. Las acciones gubernamentales para revertir esta situación no han tenido éxito.

  Hay que advertir que la situación que conllevó al cierre Kimberly-Clark no es un caso aislado. En este momento justamente ha vuelto a parar otra empresa transnacional del mismo ramo Johnson & Johnson de Valencia, por la carencia de materias primas.

  Verlo como parte de una conspiración internacional o de una guerra no convencional por supuesto que invita a la alarma, aún más si se trata de productos que hoy escasean. Pero según como se vea, el gobierno adopta determinada respuesta. En lo inmediato asume las instalaciones y trata de mantenerla operativa. Sin embargo las complejidades operativas y tecnológicas se harán presente y la salida del mercado de la cantidad de productos no será sustituida en las mismas proporciones.

  En otro sector altamente transnacionalizado como es el automotriz, la directiva de FCA Venezuela (antigua Chrysler) informa que no ha producido ningún vehículo desde hace seis meses. Esta empresa optó por seguir los pasos de Ford de Venezuela, que consiguió el pasado año autorización para que, junto a los concesionarios que distribuyen los vehículos pudieran reunir un pote de dólares, y así importar los elementos para ensamblar vehículos. Pero el resultado no ha sido muy alentador, ya que los pocos vehículos producidos salieron muy costosos. En el caso de la ex-Chrysler “lo único que se pudo levantar fue capital para la compra de 144 unidades. Eso es todo lo que ensamblaremos este año”, dijo Christian Pereira, Secretario General del . Sindicato.

  En general, en todas las principales ensambladoras del sector automotriz no han producido vehículos en lo que va del año, estamos hablando de grandes transnacionales como General Motors, Ford, Toyota, Mitsubishi. A pesar de la situación estas empresas no han despedido personal,  han promovido y estimulado renuncias que sólo han sido aceptadas por el personal profesional. Los que trabajan en operaciones han seguido los lineamientos sindicales de no renunciar y mantenerse en las nóminas a pesar de la merma de ingresos, ya que solo reciben los salarios básicos, la mayor parte se mantienen en sus casas y no asisten a las plantas.

  Las ensambladoras de autos produjeron en los dos últimos años 19.745 unidades en el 2014, y 18.300 en el 2015, datos de la cámara de las ensambladoras -Cavenez-. Este año se perfila que la producción será aun menor. Tómese en cuenta que la capacidad instalada de estas empresas está por encima de los 250 mil vehículos anuales, tenemos entonces tres años seguidos sin alcanzar siquiera el 8% de producción.

  Algunas empresas ensambladoras resultante de los convenios del gobierno nacional con China e Irán tienen una modesta producción. Realmente con los chinos lo que mas ha  ocurrido es la importación de vehículos.

  Las empresas transnacionales en todas las áreas realizan sus operaciones en el mundo con el objeto de producir sus productos, atender un mercado y ganar dinero. En nuestro caso, cobran sus ventas locales en bolívares con los cuales cubren sus gastos nacionales, pero el remanente necesitan convertirlos en dólares para cubrir costos en divisas incluyendo los beneficios que sus accionistas aspiran. Esta elemental práctica la realizan normalmente las empresas transnacionales en China, Cuba, así como en cualquier lugar del mundo, independientemente de como se denomine el modelo económico.

  Es deseable que las empresas transnacionales reinviertan sus ganancias en el país, pero eso requiere condiciones y garantías que la inestabilidad política no ofrece. Estudios de la Cepal señalan que en América Latina y el Caribe  “La proporción de las utilidades que las empresas transnacionales reinvirtieron en la misma economía permaneció más o menos estable en un 50%; el resto se enviaron a los países de origen de las inversiones. La tendencia a la baja de la rentabilidad media de la IED observada desde 2008 continuó, de manera que la tasa de rentabilidad fue del 5% en 2014” (La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe, 2015).

  Por otro lado la conversión de los bolívares en divisas (dólares o euros) aquí no es fluida y se ha convertido en un problema dada las políticas cambiarias. Los bolívares no son aceptados en ningún lugar del mundo, apenas en los establecimientos de nuestras fronteras terrestres.

  Lo anterior determina que la realidad productiva en las empresas transnacionales que operan en el país no ofrece un futuro atractivo para sus casas matrices, y tampoco para los trabajadores y consumidores. Se mantienen restringidas las que han estado desde hace años, y sólo llegan empresas o inversiones chinas, en el marco de los poco conocidos convenios con el gobierno nacional.

martes, 12 de julio de 2016

LOS CONFLICTOS COMO EXPRESIÓN DE DEFICIT DEMOCRATICO



  Se vienen haciendo comparaciones entre la situación existente en el presente con la víspera y la emergencia del “caracazo” o “sacudón” del 27 y 28 de febrero de 1989. Está entendido y aceptado que aquel evento significó un quiebre del sistema por las magnitud y el desbordamiento de las protestas, que decían fundamentalmente que no se estaba dando respuestas a problemas muy sentidos de la población, como era el acceso a bienes y servicios en cantidad y en costos accesibles, además de un deficit de participación política; y por otro, lado significó un quiebre en el tratamiento militar por la severa represión aplicada para contener el desbordamiento social. 

  El sindicalismo mayoritario -CTV- de entonces reaccionó convocando a un paro nacional de un día contra las políticas neoliberales del segundo gobierno de Carlos A Pérez, pero la mayoría de la dirigencia sindical subordinada al partido gobernante lo reorientó y lo hizo contra los especuladores. No se pudo desatar la dependencia partidista.

  El descontento que quedó del “caracazo” trajo consigo traumas que han pervivido ya por más de un cuarto de siglo. Inmediatamente a esos hechos se desataron otros de gran profundidad en la vida política del país, como dos alzamientos militares, una destitución de un presidente y la debacle de los partidos que habían gobernado por cuarenta años. 

  La nueva etapa que se abrió con los resultados de las elecciones de 1998 trajo propuestas que encantaron a las mayorías, e incluso ello se extendió más allá de nuestras fronteras en intelectuales y militantes en America Latina y en Europa. Y con mucho más razones, por dos fenómenos que se venían imponiendo con avances vertiginosos, como era la caída del socialismo real y el predominio del neoliberalismo sobre los esquemas desarrollistas y keynesianos, que habían dominado las políticas económicas post Segunda Guerra Mundial. Tal parecía que la aparición de la propuesta del socialismo del siglo XXI llegaba oportunamente, encontrándo seguidores aquí y en varios países de la región.

 Las protestas y en general los conflictos más genuinos son expresión de los sectores que no están en el poder.  Claro que desde el poder en situaciones de riesgo de su permanencia, apela discursivamente a la retórica del conflicto contra aquellos que identifica como sus enemigos externos e internos, y promueve movilizaciones, pero que no significan conflictos genuinos porque no demandan nada, sino que son barreras de contención en defensa del status quo. En la medida que la situación de los sectores populares vaya empeorando, los discursos sin hechos que los sustenten seguirán perdiendo su original efecto de identidad.

  A partir  de 1999 se vivió una efervescente etapa de protestas y movilizaciones que desde el poder estatal se atendían con interés y prontitud. La permisividad a las manifestaciones de conflictos se asociaban con la necesidad que la gente se expresara, ya que por un lado se trataba de corregir males endémicos y estructurales, y por otro ahuyentar a los reales y potenciales enemigos de los cambios en curso. Las protestas conseguían eco en los poderes estatales que las atendían. Reforzaba la retórica que enfatizaba el peso del poder popular.

  En lo electoral a todos los niveles se fomentaba la consulta. Se popularizaron los referendos en el ámbito sindical para dar respuesta a situaciones de existencia de más de un sindicato en un mismo ámbito de representación y negociación. Revolución bolivariana era sinónimo de elecciones y sus triunfos. Era invencible. Las elecciones son válvulas y espacios de expresión que le dan energía a un sistema socio político.

  En estos últimos tres años (2014-2016) tenemos la mayor explosión de conflictividad en la historia de la Venezuela moderna. Creíamos que la conflictividad opositora del 2002-3 era la máxima, pero ha sido ampliamente superada. Esas eran protestas políticas, pero estas de hoy son además económicas y sociales, es decir cubren todas las dimensiones, son atendidas por un espectro más diverso de segmentos de la población, están extendidas en grandes, medianas y pequeñas ciudades, no se ubican en una fecha dada como resultado de una convocatoria partidista opositora, surgen como en un terreno ya sembrado de semillas cuando empiezan a germinar las nuevas plantas. Se entiende que las semillas también fueron sembradas desde el poder, porque levantó expectativas y construyó una retórica para explicar las dificultades y las soluciones, que ha perdido conexión con la vida cotidiana.

  Pero resulta que ahora materializar las consultas electorales es un verdadero via crucis. Los órganos estatales en vez de facilitarlas, imponen obstáculos. Sean elecciones sindicales, universitarias, incluso refrendario nacional, todas encuentran ahora más y nuevas limitaciones. Se vence un periodo de una directiva y con extrema diligencia surgen obstáculos que impiden la renovación de los directivos vencidos, mientras tanto surgen restricciones para realizar la gestión cotidiana. Se impide con ello el ejercicio democrático que significa la consulta electoral, sea para confirmar una gestión o para dar oportunidad a otros.


   Lo expuesto como déficit democrático se trata de ser resuelto con el uso de la presencia militar, en un principio disuasiva, especialmente con todo el arsenal de equipos modernos que despliegan ante el público, pero eventualmente deviene en represora material. Y aún más, complementada con la presencia de civiles armados que se desenvuelven libremente como si fueran órganos del Estado, y peor aún, lo hacen ante quienes han sido facultados para tener el monopolio de las armas y del orden público. Hay que recordar que a todas las entidades públicas se las mantiene presupuestariamente con los recursos de la nación y las tributaciones de los ciudadanos, pero es para que sea un verdadero árbitro y no obstáculos a los ejercicios democráticos.