En pleno conflicto fronterizo se llevó a cabo evento “Los estudios del trabajo en Colombia y América Latina” organizado por varias instituciones académicas de Colombia con el apoyo de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Trabajo. Como anfitrión del evento, la instalación estuvo a cargo del Decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, Bogotá, Dr en Historia, Ricardo Sánchez Ángel, quién en ese mismo momento con muy sentidas palabras se refirió a este hecho que mantiene atentos a millones de pobladores de ambas repúblicas.
Aquella audiencia integrada por profesores investigadores, estudiantes de postgrado y de pre grado comprometidos con los estudios del trabajo, tuvieron del Decano unas palabras que habíamos de considerar, por lo que empezamos por reconocer la gravedad de la situación y nuestra preocupación porque se encuentren soluciones.
Por supuesto que no se trataba de hacer un análisis del complejo problema, porque ello desborda y va más allá de las responsabilidades que nos llevaron a este evento, que era la de presentar resultados de investigación en estudios laborales, pero sí de reconocer y exteriorizar el pesar que sentimos porque los acontecimientos si bien motivados por irregularidades causadas por grupos armados que han desbordado a las instituciones de ambos Estados, las medidas tomadas por el gobierno venezolano tienen implicaciones en colectivos laborales.
El espectro de los grupos irregulares es diverso, si bien el gobierno venezolana subraya el paramilitarismo, hay que admitir que además hay presencia de las guerrillas organizadas y de delincuencia común, y que algunos se vinculan con intereses políticos, pero también están presente intereses económicos relacionados con narcotráfico, contrabando y otras actividades ilegales, pero lo significativo para el ámbito laboral es que las medidas tomadas del cierre de la frontera así como la declaratoria de estado de excepción han causado dificultades a personas de trabajo, sean trabajadores y sus familias como empresarios que de ambos lados de la frontera actúan en este territorio fronterizo como una unidad geográfico económico y humana.
Cierto que las políticas y situación económica de uno y de otro país, se desenvuelven con sus propias dinámicas, por lo que si bien hasta mediados de la década del noventa, las relaciones comerciales entre los dos países era altamente favorable a Venezuela. Exportábamos mucho más que lo que importábamos de Colombia. La fortaleza y la capacidad de determinados sectores productivos permitía exportar diversos rubros, y por otro lado recibíamos como importación otros bienes, por lo que ambas economías eran complementarias. Pero esta virtuosa relación se ha alterado y hoy no exportamos casi nada a Colombia y por el contrario requerimos de muchos de sus excedentes de bienes. De ahí que cerrar las fronteras nos cierra el acceso a productos especialmente alimenticios que de otro modo, los tenemos que buscar a lugares muy distantes y con costos mayores de precios y de transporte.
Pero siendo los estudios del trabajo la razón de nuestra presencia en Bogotá, un hecho como el cierre fronterizo, y de una frontera muy activa, implica el cierre del traslado de múltiples factores del ámbito laboral, cuya normalidad es pasar de uno al otro lado fronterizo, veamos:
- Trabajadores asalariados, que viven en un lado y trabajan en el otro, y laboran en algunas industrias ubicadas en el lado venezolano, en comercio, y lo más numeroso trabajadores que prestan servicios en ganadería y agricultura.
- Empresarios con propiedades productivas establecidas en cualquiera de los dos países;
- Trabajadores autónomos que con sus propios medios productivos tienen la frontera y al Estado Táchira y el Departamento del Norte de Santander como su habitat para sus actividades económicas;
- Personas que se vinculan con actividades económicas y laborales de empresas del amplio territorio tanto venezolano como colombiano, que han de utilizar la frontera para llevar a cabo actividades económicas legales.
Destacamos estas actividades por ser legítimas y naturales al proceso laboral en todo espacio productivo sea fronterizo o no, pero conscientes que el espacio fronterizo es más complejo. Y de las complejidades que se han acentuado en los últimos años se cuenta el de los diferenciales cambiarios, la depreciación del bolívar y el precio de los productos regulados en el mercado venezolano. La moneda colombiana se ha apreciado con relación al bolívar, que da lugar a que los precios de nuestros productos y servicios sean muy baratos para quien percibe pesos colombianos, así como quién percibe dólares. Los sueldos colombianos convierten a quienes los perciben, en un comprador ventajoso en los establecimientos venezolanos, sean de la frontera o de cualquier ciudad del territorio venezolano. De hecho, el cierre de la frontera lo resienten en la Isla de Margarita casi tanto como en el Estado Táchira, porque el principal flujo turístico proviene de Colombia. El cierre fronterizo trae aparejado para estas poblaciones dedicadas al trabajo consecuencias de las cuales poco se menciona.
Durante largas décadas y hasta hace como mínimo un cuarto de siglo, los venezolanos disfrutábamos iguales ventajas de las que hoy disfrutan los visitantes colombianos en nuestro país. Hay que decir obviamente que para entonces, los trabajadores venezolanos tenían mejores ingresos. Es por ello que muchos ciudadanos colombianos se vinieron a nuestro país, porque existía una ventaja cambiaria y mejores condiciones de vida. Cierto que una parte venían expulsados por la violencia, pero era el móvil menor. Hoy, es la evolución económica la que ha dado lugar al presente contraste, de ahí que esto más depende de como los conductores de la política económica en Venezuela la han manejado a lo largo de estas décadas, que de lo que circunstancialmente esté pasando en la frontera.
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