miércoles, 9 de septiembre de 2015

INCERTIDUMBRE EN EL PERSONAL QUE LABORA EN TRANSNACIONALES


El contexto venezolano ha sido complejo para las empresas multinacionales presentes en Venezuela a la llegada del socialismo del siglo XXI. En general, ha sido complejo para la gran mayoría de las empresas. Contradictoriamente, sí ha sido beneficioso el contexto que este régimen ofrece para el funcionamiento de un conjunto de ellas que se han creado para participar en negocios con el Gobierno. 

Aquí habría que incluir las mencionadas por algunos exministros del régimen  -aunque no identificadas-  como empresas de maletín, responsables estas empresas de la desaparición de miles millones de dólares. 
El negocio más floreciente de las empresas nacidas al calor del régimen, y en general para las  de anterior creación, fue que se beneficiaron por  su participación en la bonanza que se vivió entre el 2003-2008, y luego entre 2010-2011, pero simultáneamente algunas restricciones de política económica fueron complejizando su desenvolvimiento. De esas restricciones son notorias: 

1 El control de asignación-venta divisas usado de manera selectiva

2 La sustitución de empresas existentes por otras vinculadas con los nuevos socios estratégicos del Gobierno (China, Irán, Bielorrusia, Cuba, Brasil, Argentina); y

3 Agréguese a lo anterior los controles de la tasa de ganancia y las rigurosas inspecciones. 

Con respecto a éstas los nuevos socios estratégicos disfrutan de amplias libertades en materia de regulaciones laborales, como hasta el hecho de no existir sindicatos en una buena cantidad de empresas trasnacionales chinas, siendo Venezuela un país de larga tradición de activismo sindical, todo lo contrario del caso chino.

  El capital extranjero organizado en las empresas transnacionales está presente en todos los países que se planteen un esquema de desarrollo; igualmente, en los países ya desarrollados juegan un papel importante en un doble sentido: por un lado, crean empresas transnacionales; y por otro, son receptoras de empresas  que proceden de otras naciones  en sus actividades económicas. 

  Se entiende que tales empresas acumulan experiencias y conocimientos que el país receptor ha de aprovechar de múltiples maneras; por un lado, para ofrecer productos y servicios a su mercado interno; pero  también esto puede ir más allá como poder exportar a mercados externos regionales. Además estas corporaciones han de ofrecer oportunidades de empleos y que estos permitan condiciones para el  desarrollo de personal. 

  No obstante los juicios anteriores, connotados analistas exponen algunas reservas al respecto,  tal como lo señala Joseph Stiglitz: “A medida que los países en desarrollo y los mercados emergentes abren sus puertas a las multinacionales, se hace cada vez más importante que puedan imponer impuestos a estos gigantes, gravando las ganancias generadas mediante la actividad empresarial que se produce dentro de sus fronteras. Apple, Google y General Electric han demostrado que a la hora de encontrar maneras de evadir impuestos son aún más geniales que cuando desarrollan productos innovadores”.

  Está de parte del Estado y de los actores nacionales asegurarse el provecho de estas oportunidades. Bien sea con los aprendizajes tecnológicos y las modernizaciones que ello conlleve, debido a  que  juegan papel clave los proveedores y los distribuidores asociados, o con la fuerza de trabajo que preste servicios en estas corporaciones y las cadenas productivas. Obviamente, un Estado que no preste atención o sea negligente en estos aspectos, así como el que unos actores laborales no logren constituirse, o si constituidos carecen de capacidades para asociar la presencia de esas corporaciones y su condición de trabajadores con el beneficio y retorno para la sociedad, se vuelven cómplices de ese papel estigmatizado que experiencias cuestionables del comportamiento de empresas transnacionales se han conocido y divulgado de algunos centros productivos de países no desarrollados.

  Del lado de los trabajadores, se puede reconocer que, ya desde hace  varias décadas, los que están  organizados en sindicatos prestando servicios en las transnacionales habían logrado alcanzar buenas condiciones de trabajo en sus convenios colectivos. Por encima de los niveles de la generalidad de las empresas de capital nacional. Este contraste se verá más adelante, como lo destacaremos en el próximo párrafo. 

  Es notable el hecho que, luego de que muchas de estas empresas fueron estatizadas a lo largo del socialismo del siglo XXI, las condiciones salariales y de trabajo en general, así como de producción, se vinieron a menos. Sin duda, ello es visible en empresas estatizadas de los sectores tanto de fabricación como de distribución de alimentos y bienes hogareños, productos lácteos, cemento, siderurgia y metal mecánico, papeleras. La profusión de estatizaciones se ha extendido a tal punto y con resultados desfavorables tanto para la sociedad como para su propia fuerza de trabajo, que ya hasta los propios trabajadores de una empresa amenazada de estatizaciones exteriorizan su oposición a ser parte del Estado, y lo hacen con igual disposición y visibilidad que los propios dueños.

  Para las corporaciones, al principio de las estatizaciones del socialismo del siglo XXI las empresas lograron negociar condiciones de indemnización; luego vino una etapa de nuevas estatizaciones de difíciles acuerdos, lo que ha venido dando lugar a decisiones de organismos de arbitraje previstos en los convenios de inversión de esas empresas, siendo que esas decisiones han significado grandes erogaciones para la nación, la que por cierto hoy no dispone de recursos para cumplir con esos compromisos. 

  Con lo ya expuesto, tenemos un contexto suficientemente incierto para el funcionamiento de las corporaciones transnacionales, y con ello todas las cadenas productivas de proveedores, distribuidores, así como la fuerza de trabajo que prestas servicios directos como indirectos, lo que lleva a tener presente la incertidumbre para cientos de miles de trabajadores y sus familias. 

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