Sobre la implementación de formas organizacionales para la actividad productiva, el amplio repertorio de los últimos años ha incluido la cooperativización de actividades que se venían ejerciendo al interior de las entidades de trabajo, lo que ha conllevado la externalización de actividades. También se han cooperativizado actividades que se venían ejecutando por empresas unipersonales, familiares, y de varios socios que previamente se organizaban en compañías o sociedades anónimas.
Los propulsores de la cooperativización creyeron que formar cooperativas era fundamentalmente un problema burocrático de recaudos, a lo mejor algunas reuniones de orientación y transmisión de algunas explicaciones para llevar a cabo los trámites de registro. Creyeron que dado el carácter de amplitud y estimulo que la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela fomentaba, se tenía asegurado el camino para transitar hacia un autentico esquema protagónico en la producción de bienes y servicios.
Con muy justificada perspicacia los cooperativistas auténticos, es decir aquellos que venían haciendo cooperativismo sin ayuda estatal, y enfrentando las dificultades de desenvolverse en un sistema económico más diseñado para las empresas convencionales, con énfasis en el protagonismo del capitalismo de estado; pero que aún así mantenían un modesto espacio de actuación asociativa y productiva efectiva a lo largo de varias décadas.
Traemos esta introducción al análisis para asociarlo con un caso de corrupción que ha sido muy divulgado, nos referimos al escándalo de corrupción a propósito del manejo de la Alcaldía de Valencia, la tercera ciudad más importante del país, ha implicado entre otros dimensiones el uso y abuso de la figura cooperativa. El ministro de Interior y Justicia, reveló que “el ilícito se cometió a través del uso de 14 cooperativas administradas por el hijo del alcalde, a través de las cuales se pagaban servicios personales, para adquisición de vehículos, servicios médicos y tarjetas de crédito y levantamiento de obras en el municipio”. El ilícito incluía que se les cancelaba a los dueños de estas cooperativas Bs. 2.500 a cambio de la entrega de sus instrumentos bancarios como chequeras firmadas en blanco, y tarjetas de débito. Estas empresas, además de cobrar por servicio a la Alcaldía, cobraban de forma independiente para el pago de transporte y demás”
Véase que las cooperativas en cuestión tienen dueños, pero no se trata de los trabajadores asociados que colectivamente han entregado su certificado de aportación y el trabajo asociado para hacer y sostener el capital con el cual se presta un servicio o hecho productivo de necesidad para la sociedad. Se trata de personas que han aprovechado la política pública de un fomento desordenado e improvisado de esta figura. Es por ello que del 2002 al 20012 se llegó de un mil a trescientos mil cooperativas. Imposible que esto sea un proceso auténtico de cooperativización. No hay capacidad para tal crecimiento. Por ello hoy ese número es una ficción. Claro que existen las credenciales y registros ante la Superintendencia de Cooperativas, que pueden dar lugar a hechos falsos y abusivos de la histórica figura cooperativa, como lo visto en la Alcaldía de Valencia.
Lo que se ha hecho público en la Alcaldía de Valencia con relación al uso y abuso de las cooperativas no es un fenómeno excepcional. Con credenciales y registros de cooperativas hay innumerables abusos en la actividad productiva ficticia y real; así como en el ámbito de entes estatales como en el de empresas privadas. Hay un enorme proceso por hacer de decantación en la esfera de la cooperativización. Tan sólo en las alcaldías de todo de país, si se hiciera el mismo esfuerzo de investigación que se ha hecho en la de Valencia, se toparían unos investigadores que estén animados por cuidar los recursos públicos y vigilar el buen uso de las instituciones, se encontrarían con grandes sorpresas. Eso sí pongamos a un lado las vinculaciones de aprovechamiento electoral.
La generación exponencial de miles de cooperativas de reciente creación, que procuran obtener los beneficios preferenciales de contratación con el Estado, para acceder a una cuota del enorme gasto público, o simplemente eludir las responsabilidades patronales que implica una sociedad mercantil convencional, ha tergiversado el sentido propósito o razón de dichas organizaciones, siendo muchas de ellas, simples organizaciones de estructura vertical con clara división del capital con respecto al trabajo, y con fines exclusivamente lucrativos.La reacción del gobierno nacional ante esta realidad, que trastoca el objetivo ideológico inmerso en el fomento del cooperativismo, es declarar la inutilidad del cooperativismo como instrumento transformador de la sociedad, sustituyéndola con una entelequia llamada “Empresa de Producción Social”, figura que se difumina en las prácticas propias del Capitalismo de Estado. En todo caso el problema de fondo con las nuevas “seudocooperativas” es la cultura cooperativa en sí misma, los valores y principios que las caracterizan, y si ese elemento de fondo no es atendido, todas las políticas que se sustenta meramente en la ideología sin asidero en la realidad, están destinadas al fracaso.En lo positivo de esta experiencia hay que destacar que luego de poco más de una década de multiplicación de cooperativas, hoy hay cuarenta veces más cooperativas autenticas que al inicio de este proceso, que muchas de ellas han servido a las familias y a los trabajadores cuentapropistas a adoptar una figura jurídica que cuenta con apoyo amplio de políticas públicas. Igual cabe afirmar aunque sin suficiente asidero de investigación y de suministro de información de los entes estatales, que al ser el fomento cooperativo una política mas bien asistencialista, sectores de modestos recursos pudieron resolver problemas y necesidades con estas asignaciones.Casi en su totalidad el movimiento cooperativo existente antes de este proceso, se mantuvo al margen de la asignación de los recursos dadivosos del Estado. Algunas experiencias de asignación de estos recursos, también comprometían la autonomía del movimiento cooperativo.Hoy en la llamada “guerra económica” se anuncia nuevas formas y ajustes organizacionales productivas, sirva la poco efectiva política de cooperativización forzada para reiterar que el país se construye con mas dialogo y menos improvisación.
lunes, 9 de febrero de 2015
LA IMPROVISACION EN LA PRODUCCION: COOPERATIVIZACION ARTIFICIAL
Etiquetas:
Alcaldia de Valencia,
Cooperativas,
Políticas Públicas,
producción
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