Con la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo en 1997, que
trajo entre otros cambios, un nuevo régimen de prestaciones sociales, se fijo
un plazo de cinco años para la transferencia del viejo al nuevo régimen, es
decir que terminaría en el 2002. La transferencia fue cumplida en este plazo
por el sector privado. En el sector público se le dejó transcurrir y sólo en algunas contadas instituciones
adoptaron años más tarde el nuevo régimen.
Desde
el mismo momento de la aprobación de la reforma de 1997, hubo controversias en
cuanto a la tesis de que el nuevo sistema significaba un “despojo” a los
intereses de los trabajadores. Quienes sostenían esta tesis eran sectores
excluidos o que se sentían excluidos del proceso de concertación que dio lugar
a la reforma.
El
mismo proceso de elaboración de una nueva constitución nacional en el marco de
la Asamblea Constituyente en 1999, confirmo esa postura critica y por ello
exigió en sus disposiciones transitorias regresar al viejo sistema. Ello dio
por supuesto fundamento para que desde las directrices del Ejecutivo poco se
hizo para la adopción del nuevo régimen prestacional. El tiempo fue corriendo y
poco se hacía para cumplir con pagos de intereses y de las mismas prestaciones.
A
lo largo de los años de la primera década de vigencia de la CRBV, varios
intentos de reforma laboral tuvieron sobre la mesa el delicado tema de regresar
al viejo régimen prestacional. No se tomaron decisiones, tampoco se cumplía con
los pasivos laborales por este concepto. Fue finalmente con el Decreto Ley
Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras, que se decidió
eclecticamente mantener vigentes
los dos regimenes prestacionales y que fuera el trabajador que escogiera el que
le diera mayor cantidad de bolívares, ya que según escenarios de antigüedad,
inflación y ritmos de incrementos salariales, puede ser más beneficios uno u
otro. Todo esto derrumbó la tesis del “despojo”.
Uno
de los sectores gremiales que ha mantenido una atención privilegiada en sus
reclamos de estos pasivos ha sido el de los Profesores y Empleados
Universitarios. Los acreedores de estos sectores alcanzan cerca de treinta mil
y demandan el pago de quince mil millones de bolívares. De hecho en sus agendas
reivindicativas de los últimos años no ha dejado de estar presente el reclamo
de elaborar conjuntamente con el Gobierno la metodología y los instructivos,
para el pago de estos pasivos laborales. Sin embargo, luego de varios reuniones
en la búsqueda de concretar un proceso bilateral concertado, el Gobierno optó por manejar estos
asuntos unilateralmente.
En
cuanto al pago, en un cierto momento el Ejecutivo empezó a pagar estos pasivos
laborales, y cumplió con un colectivo que llegó hasta los jubilados de 1997. A
partir de los jubilados de 1998 se represó el proceso de cancelación. Por
tanto, si no se pagaban los pasivos, se le agregaban los intereses. Son catorce
años de intereses de las prestaciones sociales. Así que la deuda del Ejecutivo
fue rápidamente incrementándose, a lo sumo contenida parcialmente con el hecho
de que cada año se pagaba un 8.5% de intereses del capital en prestaciones, en
la práctica como un anticipo.
Recién
el Ejecutivo inicia el pago de estos pasivos con los llamados Petrobonos,
títulos que convierten una deuda que es un pasivo laboral, en una deuda
financiera. Destacamos las desventajas de cobrar los pasivos sin el
establecimiento previo de una metodología y cuantificación de la deuda con
participación gremial, y que por otra parte se haya decidido al margen estas
organizaciones convertir al trabajador universitario de un acreedor laboral a
un acreedor financiero. El mundo de lo laboral conlleva tutela, en tanto el
mundo de lo financiero es sinónimo de mercado y especulación.
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