La pausa de actividades laborales tuvo este año en la semana santa, un tiempo extra de tres días de asueto feriados, al agregarse a los tradicionales jueves y viernes santos, los primeros tres días -lunes, martes y miércoles-, que con los dos fines de semana incluidos totalizan nueve días seguidos de receso. Todo anunciado y publicado en Gaceta Oficia, Decreto 2276, apenas cuatro días hábiles antes de estos nuevos asuetos.
Razona el Decreto 2276 la existencia de una emergencia eléctrica “….conjunto de circunstancias de orden natural que han incidido negativamente en los niveles de las cuencas hidrográficas, provocando la disminución del aporte de agua a los embalses destinados a la generación eléctrica…”. Es un hecho la sequía prolongada de este año, así como en otros ha sido lo contrario, como el exceso de lluvias e inundaciones. Como dato curioso, una ley habilitante al Ejecutivo Nacional sustentada en esto último, fue el marco con el cual se aprobó el Decreto con rango y fuerza de Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras.
Al lado de estos razonamientos -Decreto 2276-, no se informa complementariamente de los estudios y estimados del ahorro y el consumo de energía que resultarán de esta medida. Importa mencionar que la misma es tomada en el marco del Decreto Presidencial de emergencia económica, que como se conoce fue puesto en vigencia no obstante su no aprobación por parte del órgano legislativo nacional, lo que contribuye a estos vacíos de información y documentación a la sociedad. El Ejecutivo, en general, no consulta a ninguna instancia y no responde a interpelaciones legislativas.
Sobre la falta de lluvias, téngase en cuenta las enormes inversiones en generación de energía alterna a la hidroeléctrica. De los conocedores de la generación y distribución eléctrica, se ha leído y oído las enormes pérdidas de recursos por falta de previsión, decisiones erráticas y la malversación en el manejo de los recursos aprobados y entregados a quienes han tenido la responsabilidad de administrar el servicio eléctrico, lo lamentable es que no se conoce de medidas para subsanar. Sólo se sabe de algunas acusaciones y medidas a trabajadores de la empresa estatal, y del más bajo nivel en la jerarquía.
El Decreto en cuestión tiene implicaciones para las empresas por el cierre obligado y si han de hacer algunas actividades, las consecuencias se observan en los pagos extraordinarios. Para los trabajadores del sector formal se trata de contar con días adicionales para sus actividades personales y hogareñas. Agreguemos que la critica escasez de productos, insumos y servicios no se ven favorecidos con este tipo de parálisis.
Hay que tener presente la gran cantidad de trabajadores por cuenta propia, independientes y de pequeños emprendedores, que no viven exclusivamente de un salario sino de la ejecución de unas actividades en muchos casos vinculadas con los sectores formales, ya sea de proveedores, intermediarios o de actividades tercerizadas. Por supuesto que al decretarse los tres días de feriados, a este gran contingente de trabajadores se le reducen las opciones de obtener ingresos.
Desde las decisiones en políticas públicas se aprueban beneficios o supuestos beneficios en términos de la sociedad toda, que se caracterizan por la no consulta con los destinatarios, aun al estar justificadas y sustentadas por la preocupación del Ejecutivo Nacional “….de proteger al Pueblo venezolano….” -texto incluido en los considerandos del Decreto-.
Sobre el tiempo de trabajo, ha habido la tendencia a tomar medidas improvisadas. Histórico que se llegó a incluir una jornada generalizada de 35 horas semanales en una propuesta de reforma constitucional, aquella que no fue aprobada en diciembre del 2007, sin que se hubiese elaborado estudio alguno sobre tiempo de trabajo real y sus implicaciones.
Las dificultades energéticas han dado lugar a decisiones que llevan a paralizar empresas básicas, como del acero y del aluminio, a centros comerciales. Se espera que quienes decidieron esas parálisis le digan al país ¿Cuales han sido los resultados no sólo en ahorro energético sino también en las pérdidas económicas generales? Por lo demás, con frecuencia se interrumpen las actividades productivas en entes estatales para atender actos de diversa naturaleza ajenas al trabajo. Se percibe que ante las dificultades el atajo que se privilegia es el no trabajo.
Por supuesto que la mayor pérdida de tiempo de trabajo es la que viene por el el desempleo y por la actividades inestables ¿Cuanto nos cuesta como sociedad lo que deja de producir una persona? y mucho más si es calificada, así como el vencimiento de las dificultades para ella y para su familia; el desgaste en la búsqueda de ingresos para subsistir. La disminución de su consumo tanto en bienes como en servicios, la baja de aportes tributarios. La predisposición para efectuar actividades informales. El riesgo de comprometerse en actividades ilegales.
Por su parte, el trabajador informal ¿Qué nos cuesta como sociedad? si bien es una persona que busca resolver por su cuenta y riesgo la generación de ingresos, suele hacerlo mayormente a partir de la carencia de oportunidades, frecuentemente se inicia con el ensayo y el error, con la experimentación. Generalmente fija un precio a su trabajo por debajo de quienes lo hacen formalmente, ya que tiene menos costos, influyendo en que algunos demandantes se inclinen por su oferta, sacrificando garantías, obviando emisión de facturas y con ello afectando el ingreso tributario.
Si reconocemos que por medio de el trabajo se crean bienes y servicios que nos resuelven problemas para nuestras vidas, entonces el Estado ha de protegerlo y fomentarlo. Sabemos que el trabajo que genera mayor cantidad de producto, es el que se realiza colectivamente en organizaciones que innovan en lo tecnológico y en lo organizacional, obviamente poniendo a un lado lo especulativo, condenable en todas las circunstancias. Poco se hace para favorecer a este tipo de organizaciones.
No se desconoce que haya una gran proporción de las innovaciones modernas que se originan en empresas nuevas y pequeñas. Pero en general, cuando se decide tan fácilmente decretar tres días de feriados, hemos de recordar que el trabajo es esencial por su valor y aporte a la riqueza y a la solución de problemas de una sociedad, hoy aquejada de carencias de productos básicos. Finalmente, hay que valorar lo que representa para los trabajadores disponer de más feriados, pero sin dinero.
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