Preguntar que es una empresa eficiente es parte del campo de la gerencia, pero también de las relaciones de trabajo, de la economía, de la política y del interés de la sociedad toda. Las empresas son activos de la nación; ellas han sido levantadas, construidas y mantenidas con el esfuerzo no sólo de sus dueños, sino de quienes ahí trabajan y sus organizaciones, así como de los consumidores que eligen sus productos y de los fines de las políticas estatales, en sus niveles que van desde el gobierno local hasta el nacional. Pero así como estos factores las han mantenido, igualmente pueden darle la espalda y contribuir a su decadencia y eventual desaparición. Una empresa que cierra es para el empleo y para la producción un retroceso. Sin embargo una empresa puede ella misma venir funcionando con dificultades, tanto que se advierte a la claras que su mantenimiento y su sobrevivencia es una cuenta regresiva para una eventual parálisis.
Una empresa es tanto un espacio de actividad económica como social, aunque lo segundo se preserva si se satisface lo primero.
Lo económico y lo social son variables que no sólo se conducen siguiendo las lógicas de los actores en un espacio productivo determinado, además hay en el exterior otras lógicas que repercuten en el quehacer productivo, económico y social de la empresa. Ese exterior es el llamado entorno. Siempre lo hay, con unas características y lógicas X o Y, pero que no es posible ignorar o prescindir de su existencia.
En el entorno destacan los proveedores, los consumidores, los acreedores, las comunidades y las autoridades estatales en sus distintas instancias y expresiones, sean las ejecutivas, las legislativas, las judiciales, las municipales.
En la percepción dominante tanto de quienes gobiernan como de otros segmentos de la sociedad, existe el convencimiento que el rentismo ha dominado el papel de la actividad económica nacional tanto privada como pública, a él se rinden buena parte de los capitales tanto nacionales como extranjeros que explotan distintas actividades productivas. Desde quienes están al frente del Estado emanan hacia los propietarios de las empresas los más severos juicios en este sentido, extendido a sus gremios. Sin embargo desde mediados de los años setenta cuando se estatizaron las dos ramas productivas más generadoras de divisas - hierro y petróleo - le ha tocado al Estado fortalecer su papel de explotador de actividades económicas y por tanto productor de bienes, imponiéndose el rentismo en muchos casos por encima de la eficiencia.
Las propiedades productivas estatales se fueron multiplicando tanto las creadas directamente, como las empresas que han sido estatizadas y cambiaron de ser propiedad privada a estatal. Conviene destacar que al funcionamiento rentista privado en tanto no controle el poder del Estado se le dosifican los apoyos y subsidios, pero en el caso de las propiedades administradas por un gobierno que controla todos los poderes no hay limitaciones para un comportamiento rentista exacerbado. Es aquí en donde, ademas de la pérdida que significa el cierre de empresas, la sociedad viene experimentando grandes pérdidas al asumir el Estado empresas que gradualmente pasan a disminuir su producción, a asumir mayores compromisos laborales con los incrementos de las plantillas, e ir incorporando prácticas laborales ajenas a los objetivos de la producción, minando la disciplina en el trabajo, y a ir rezagándose en la modernización de los sistemas productivos.
A favor de estos procesos se emiten justificaciones que invocan la función social de las empresas. Es indiscutible que, desde el Estado haya preocupación por ello y que, en ese orden, se formulen políticas y prácticas. Pero volvamos al inicio; lo social requiere respaldo económico. Digamos que una empresa que por razones sociales, se descapitaliza por no prever reinversiones que permita reponer activos y modernizarse para su mejor desempeño productivo, está castigando a la sociedad toda a la pérdida de un activo que por obsolescencia o por colapso, eventualmente dejará de atender necesidades económicas y sociales para las cuales existe. Por supuesto que los activos productivos tienen una vida útil, y llegado el momento toca sustituirlo.
Mantener en buen funcionamientos los entes productivos dando respuestas a los distintos interesados, y convivir con el entorno, incluso aún siendo las regulaciones y sus administradores críticos y rigurosos, por ejemplo con las inspecciones, lleva a reconocer que, en un ambiente así, se va a construir un sector productivo que irá dejando a un lado la cultura rentista que inhibió por un largo período el desarrollo de las potencialidades productivas. Como contrapartida es de esperar que el Estado en sus funciones centrales y la administración de monopolios realice un esfuerzo que facilite la acción productiva. Ejemplo elemental en este orden, es que la seguridad que ha de ofrecer el Estado, permita a los interesados en las empresas abocarse a plenitud al esfuerzo productivo.
Pero esto que teóricamente puede esbozarse con algún sentido, no tiene viabilidad si desde la construcción de las políticas públicas predomina la toma de decisiones sin una visión consensuada del país que queremos. Importante recordar que en los gastos del Estado participa la riqueza de la nación como son los bienes naturales más los aportes de los ciudadanos y las empresas con sus impuestos, que hace rato representan un mayor porcentaje que lo primero. El Seniat informa que éstos aportarán un 68.8% del presupuesto del Estado para este 2015.
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