En primer lugar nos preguntamos ¿de qué crisis hablamos? Cuando se menciona la palabra crisis en una sociedad, una empresa o una familia hay la tendencia a asociarla inmediatamente con la económica en el sentido de reconocer que no hay ingresos suficientes, no alcanzan los reales. Pero resulta que la Venezuela del siglo XXI mas bien ha sido privilegiada en cuanto a ingresos se refiere. Si es cierto que a fines del siglo pasado hubo una pronunciada baja de los ingresos de la nación, apenas 8 $ el barril del petróleo en 1998, pero aún así el conjunto de los indicadores económicos no eran tan dramáticos como los actuales. En el siglo XXI los precios del petróleo volvieron a retomar la senda del incremento y por tanto es necesario mirar más allá de la pura baja de ingresos como factor de crisis, incluso los 50$ por barril sigue siendo un monto importante, tomando en cuenta su costo directo de producción.
La crisis que ciertamente existe hay que apreciarla mas bien en el liderazgo que maneja la cosa pública en estos años. El mal manejo y el derroche de tantos recursos se vienen convirtiendo en una frustración generalizada. No es solo la pérdida de oportunidades para mejorar el nivel de vida de la población así como la capacidad productiva y la infraestructura, que ya es bastante como problema sino que hay un enorme desgaste y desasosiego por insistir en dar explicaciones a la crisis existente como un problema de origen externo o en todo caso difuso, esquivándose el análisis de los factores locales y nacionales comprometidos en la gestion oficial.
La lectura de una crisis es diversa y controversial. Quienes gobiernan tienen su lectura y quienes se le oponen tienen la suya. La lectura divergente ha sido la base de la polarización, sin embargo se viene percibiendo un proceso de convergencia en la lectura de la crisis, a ello contribuya el rápido desmejoramiento de la vida de los ciudadanos en los últimos tres años de recesión manifiesta. Muy difícil justificar sus causas sin colocar en el centro a quienes gobiernan y su proyecto; para quienes lo sostienen admitir la necesidad de replantearse el proyecto no es fácil. La grandeza de su liderazgo aun no se ve, sigue sin ofrecer señales de revisión, reiterando explicaciones que cada vez convencen menos. Consideramos que el problema central es de proyecto de país junto a debilidad ética y falta de transparencia. Este es el contexto de la gestión de las personas en estos tiempos.
Al considerar la gestión de la gente en las entidades productivas, conviene recordar que en las organizaciones dos campos se refieren a la gente con distintas perspectivas, uno es de los llamados recursos humanos y otro el de las relaciones laborales. El primero viene de denominaciones que han evolucionado desde la administración de personal, pasando a recursos humanos, a gestión del talento y en los últimos años a gestión de gente. En el fondo es la orientación del manejo apuntando a la individualización de la relación empresa y trabajadores.
Pero por otro lado viene evolucionando la vertiente de las relaciones laborales o de trabajo que asume que el espacio productivo es de actores organizados para la producción, el manejo compartido y la justa distribución de los resultado del esfuerzo productivo.
Los dos enfoques coexisten no se trata que lo individual desaparece por el fortalecimiento de las relaciones laborales, sino que se complementan. Así como la sensibilidad de la gerencia se inició por lo individual, la acción contestaría por su lado se inició por lo colectivo sea desde el marxismo como desde la socialdemocracia. En síntesis se pasa de gestión unilateral a bilateral, incluso se manifiestan otros actores que dan lugar a una multilateralidad que incide en la gestión de la gente, por la multiplicidad de las representaciones que se hacen presente en los entes productivos, por supuesto nada sencillo para la gestión.
Un proyecto de país que comprometa a las mayorías es un elemento esencial para la gestion de las personas. Se trata que el esfuerzo productivo no es un hecho aislado de la orientación que sigue la conducción de la sociedad. Si quienes viven del esfuerzo productivo y son exigidos a una disciplina laboral en una sociedad que no muestra desde sus liderazgos una equivalencia en su comportamiento en estos mismos factores, se producen inevitablemente desalientos y frustraciones. En la gestión de la gente hacen falta referentes y modelos en los liderazgos ya sea los del país como de las organizaciones concretas en donde se actúa.
El desaliento que acompaña al vacío de referentes, se traduce en diversas manifestaciones en función de los diferentes segmentos que componen la fuerza laboral, teniendo presente las trayectorias, calificaciones y experiencias acumuladas. La población obrera es la menos dada a iniciar proyectos en otros lugares, y adhiere a sus organizaciones colectivas. Los sectores medios sea por calificaciones, raíces y edad optan por buscar futuro en otros lugares y se van del país, otros que son la amplia mayoría persevera en su sociedad soportando el desmejoramiento de los niveles de bienestar y laborando en un ambiente de limitados resultados dado el marco de las políticas económicas. La gestión ha de tener presente este contexto tan particular y excepcional en la historia del país.
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