Un producto clave en la mesa del venezolano es la harina de
maíz precocida, con la cual se elaboran las arepas, acompañante de toda comida,
o con un razonable relleno es una comida en si misma. Por ello la producción de
maíz y su procesamiento para convertirla en harina, es un tema sensible para la
población venezolana. El maíz en caso de no producción se puede importar, como
se viene haciendo desde hace largos años.
Pero con la harina de maíz
precocida, en la fórmula para hacer las arepas, se trata de una patente
desarrollada localmente para hacer un producto de profunda raíces culturales, y
por tanto no es posible conseguir este producto en el mercado externo para
importarlo, como han venido siendo las soluciones puestas en práctica ante los
problemas de escasez. Lo poco que se conoce de este mismo producto producido
externamente, procede de la misma empresa que desarrollo la patente en Venezuela
–Alimentos Polar-.
El gremio de los agricultores –Fedagro-
informa que hoy se siembran 430 mil hectáreas, y se requieren 300 mil ha. más, así
como mejorar los índices en 200 mil ha. hoy subutilizadas. Este déficit obliga
a importar 2.5 millones de toneladas de maíz por un valor de 1.3 millardos de
dólares, equivale a precios en puerto de medio dólar el kilogramo, agréguense
otros costos, y se observará que la peor estrategia en alimentos básicos es
sustituir producción nacional por importaciones. Pues bien, esta estrategia importadora
a altos precios internacionales no es posible con la harina de maíz precocida,
ya que no se consigue en los mercados internacionales y necesariamente ha de
producirse localmente.
Para la producción de harina de
maíz, tenemos 24 plantas. De ellas 3 son del grupo Polar, 3 de otros propietarios
privados y 18 en manos del Estado, resultado de las estatizaciones de los
últimos años. Para principios del presente régimen, el gobierno no era
propietario de plantas en este sector. Bajo el argumento de la seguridad
alimentaria se ha venido estatizando a empresas nacionales e internacionales
dedicadas a este rubro.
Sin duda el
grupo líder en este rubro es la división de alimentos del grupo Polar, que con
sus tres plantas alcanza a una capacidad instalada equivalente al 48% del total
nacional, que ha demostrado que viene utilizando al 100% su capacidad de
producción, por tanto el problema de la escasez habría que buscarlo en las
demás empresas del sector, especialmente en las 18 plantas en manos del
Gobierno, así como en el funcionamiento de los distintos eslabones de política
que influyen en la producción.
Las
fábricas de harina de maíz estatales cuentan con todas las ventajas de acceso a
divisas preferenciales para la importación de materia primas e insumos, así
como ventajas en el trato recibido de las autoridades, por lo que ha de
traducirse en menores interferencias. Por su parte, los directivos de Polar
señalan que sus empresas han sido inspeccionadas y fiscalizadas 1.500 veces en
los últimos cinco años. Cuantifiquen lo que eso representa en tiempo de
atención, en interferencias en la gestión, en incertidumbre y preocupaciones
para el hacer productivo.
En lo que
si es una desventaja la organización del trabajo de las empresas estatizadas
son las interferencias por factores diversos que obstaculizan el hacer
productivo. La mayoría sustentadas en razones ideológicas que se oponen a los
méritos que se apoyan en la carrera profesional, en el conocimiento, en la
experiencia y antigüedad, en el cumplimiento de normas y metas, en el
desarrollo según capacidades y disciplina en el desempeño de las labores.
El control
que en la empresa capitalista es una variable atada a las metas productivas, a
que se genere producto y junto a ello la renta, que la alta dirección del grupo
Polar la fija en un 15%, lo que en una economía inflacionaria es una muestra
racional de gestión empresarial. Interesante destacar que este grupo contribuye
con un aporte tributario de cerca del 4% de toda la tributación no petrolera.
En las empresas estatales que se
manejan cuestionando el control capitalista y la ganancia, no se deja de
ejercer el control; se ejerce y de manera ruda y poco sofisticada, como se ha
visto luego de los resultados electorales del pasado 14 de abril, pero ejercido para fines no centrados en las
metas productivas sino en la fidelidad y lealtad a símbolos, a jefes que no
líderes y a abstracciones de seguridad alimentaria, de soberanía y de tener patria.
Estas últimas categorías son legítimas y absolutamente sustentables en una
organización del trabajo, pero lo que se observa es que se vienen aplicando
para ocultar y justificar sesgos, discriminaciones y ocultamiento de
incompetencias y en no pocos casos corrupción.
Nos parece bien interpelar y
dialogar con el sector productivo privado, y del encuentro Polar-Gobierno,
quedaron despejadas interrogantes importantes, pero se confirman y refuerzan
otras, como ¿quién interpela al productor estatal? También se refuerza la
necesidad de interpelar a quienes diseñan políticas productivas erráticas,
costosas y en el fondo anti nacionales porque al final nos hace más
dependientes de intereses foráneos.
@hl_lucena
2 comentarios:
Trabajo muy bien elaborado, creíble, apoyado con soporte de cifras que parecen inapelables. Felicitaciones por la objetividad, incluso dentro de la subjetividad de la pregunta final. Fue de lo mejor. Saludos
Saludos Octavio!
Un comentario que valoro.. eres un analista y lector corrido. Hasta pronto!
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