Con la desaparición del Presidente H Chávez, se levantan
preguntas en todos los ámbitos del quehacer nacional en cuanto a las
expectativas que vivirá la sociedad venezolana al no estar presente su enorme liderazgo
y conducción.
El asunto
es analizar el chavismo sin Chávez. Por supuesto que la naturaleza de nuestra
columna apunta el análisis a los temas vinculados con el trabajo, que no son
pocos ni tampoco fáciles de considerar.
Veamos en
primer lugar una síntesis apretada de lo que encontró el chavismo en materia de
trabajo, al inicio de su gestión y lo que hoy tenemos.
Hemos
destacado que desde los años posteriores a la desaparición del otro largo
gobierno que tuvimos en el siglo XX, el de Juan Vicente Gómez, 27 años en el
poder, se inició un período de crecimiento social, económico y político que
cubrió casi el resto del siglo, con el interregno de los años del gobierno
militar 1948-58, que si bien los índices económicos continuaron mejorando un poco
menos ocurrió con los sociales, y sin duda desmejoraron los políticos. Todo
este lapso fue de creciente mejoramiento económico y social; hasta que en los
años ochenta empezaron a revertirse, y de ahí el “viernes negro” de 1983, los
sucesos de 27 y 28 de febrero de 1989, y luego los del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, y la destitución
de un Presidente electo en 1993. Así que
cuando el chavismo se hace del poder en 1998, encuentra una década y media de
desmejoramiento y crisis institucional y política, pero a su vez no hay que
olvidar que previo hubo un prolongado período de mejoramiento económico,
político y social.
El
trabajo, sea el asalariado o el
independiente, experimentó una creciente extensión y masificación. No olvidemos que esto no necesariamente
refiere a que se hubiese alcanzado una avanzada redistribución del ingreso. Se
mantenía su injusta distribución. Pero aun así el ingreso petrolero drenaba y
la familia venezolana mejoraba de una generación a otra. Migraciones masivas
del campo y pueblos menores a las medianas y grandes ciudades cambiaban el mapa urbano, extendiéndolo,
cierto que con rápido surgimiento de franjas y cinturones de pobreza, que en un
principio se pudo asimilar a condiciones que mejoraron las precedentes en los
sitios de origen, pero que gradualmente fueron quedando porciones no
asimiladas, zonas duras de pobreza que empezaron a ilegitimar el sistema
político, y contribuyen a explicar las explosiones y levantamientos civiles y
militares.
Por otro lado, el país durante
seis décadas atraía grandes contingentes de migrantes procedentes de América
Latina y Europa, quienes salían de sus países al conocer de las grandes
posibilidades que ofrecía Venezuela. Lo que confirmaba lo que al interno
ocurría con las migraciones locales. Sin duda que las poblaciones que procedían
de países con mayores niveles de educación y experiencia productiva moderna,
rápidamente se posicionaron en actividades económicas que contribuyeron al fortalecimiento del
aparato productivo nacional, ya sea como fuerza de trabajo calificada e incluso
como emprendedores.
Es importante mirar el país en
una perspectiva temporal amplia. Que las comparaciones no sólo se miden entre
la situación nacional post 1998 y la
década y media inmediata a la llegada del chavismo al poder, sino la Venezuela
que al menos en dos o tres generaciones evolucionó a mejores niveles de vida.
En el marco anterior toca
analizar como se han comportado los niveles de vida de la familia venezolana,
no sólo en lo material sino también en lo cultural, político y espiritual. Es
una temática que desborda este breve artículo, pero si vale enfatizar que un
país, una sociedad, debe pensarse en mediano y largo plazo. Porque si bien hay
indicadores que con relación al trabajo mejoraron en los años del chavismo, hay
otros que desmejoraron. No es un asunto simple que se circunscriba a decir los
ciudadanos ahora estamos mejores, antes estábamos peor, o viceversa. También
hay que ver como está el país, que es la casa de todos
La calidad de los trabajos cada
vez más precarizados, sus ingresos y beneficios, las carreras laborales sin un mediano y largo plazo, la no
discriminación para el ingreso y la estadía laboral, el mejoramiento técnico y
profesional, las organizaciones sindicales no autónomas, fracturadas y
debilitadas, las negociaciones colectivas accidentadas e incumplidas, la
violencia no controlada en medios sindicales y espacios laborales, las
entidades de la administración del trabajo parcializadas y sectarias, el
relajamiento de la disciplina laboral, son algunos de los asuntos que han de revisarse
y mejorarse. Cierto que hay otros que muestran indicadores favorables, como el
incremento de las pensiones y su pago oportuno, el acceso de discapacitados al
trabajo, el acceso a la justicia laboral así como su fluidez, la incorporación
de las mujeres al trabajo, la protección de la maternidad, entre otros.
Es importante agregar que estas
valoraciones sobre que nos deja el chavismo, tienen la dificultad que dada la
frescura de la reciente desaparición del líder y caudillo, más una campaña
electoral en pleno desarrollo, no facilitan hacer las valoraciones que
requerimos para identificar que ha de mantenerse, que ha de rectificarse y que
ha de crearse en la etapa que está por iniciarse, del post chavismo. El país
está partido en dos visiones. Las elecciones levantan pasiones y tensiones que
tienden a mirar las cosas en blanco o negro, sabemos que no son unicolor.
El trabajo requiere un mínimo de
visión compartida para que realmente rinda frutos tanto al país como a su
población. A partir del 15 de Abril estos temas esperan la atención de un
liderazgo responsable de la conducción del país, sea tanto en el gobierno como
en la oposición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario