sábado, 6 de abril de 2013

POST CHAVISMO Y TRABAJO


Con la desaparición del Presidente H Chávez, se levantan preguntas en todos los ámbitos del quehacer nacional en cuanto a las expectativas que vivirá la sociedad venezolana al no estar presente su enorme liderazgo y conducción.

            El asunto es analizar el chavismo sin Chávez. Por supuesto que la naturaleza de nuestra columna apunta el análisis a los temas vinculados con el trabajo, que no son pocos ni tampoco fáciles de considerar.

            Veamos en primer lugar una síntesis apretada de lo que encontró el chavismo en materia de trabajo, al inicio de su gestión y lo que hoy tenemos.

            Hemos destacado que desde los años posteriores a la desaparición del otro largo gobierno que tuvimos en el siglo XX, el de Juan Vicente Gómez, 27 años en el poder, se inició un período de crecimiento social, económico y político que cubrió casi el resto del siglo, con el interregno de los años del gobierno militar 1948-58, que si bien los índices económicos continuaron mejorando un poco menos ocurrió con los sociales, y sin duda desmejoraron los políticos. Todo este lapso fue de creciente mejoramiento económico y social; hasta que en los años ochenta empezaron a revertirse, y de ahí el “viernes negro” de 1983, los sucesos de 27 y 28 de febrero de 1989, y luego los del 4 de febrero y  el 27 de noviembre de 1992, y la destitución de un Presidente electo en 1993.  Así que cuando el chavismo se hace del poder en 1998, encuentra una década y media de desmejoramiento y crisis institucional y política, pero a su vez no hay que olvidar que previo hubo un prolongado período de mejoramiento económico, político y social.

            El trabajo,  sea el asalariado o el independiente, experimentó una creciente extensión y masificación.  No olvidemos que esto no necesariamente refiere a que se hubiese alcanzado una avanzada redistribución del ingreso. Se mantenía su injusta distribución. Pero aun así el ingreso petrolero drenaba y la familia venezolana mejoraba de una generación a otra. Migraciones masivas del campo y pueblos menores a las medianas y grandes ciudades  cambiaban el mapa urbano, extendiéndolo, cierto que con rápido surgimiento de franjas y cinturones de pobreza, que en un principio se pudo asimilar a condiciones que mejoraron las precedentes en los sitios de origen, pero que gradualmente fueron quedando porciones no asimiladas, zonas duras de pobreza que empezaron a ilegitimar el sistema político, y contribuyen a explicar las explosiones y levantamientos civiles y militares.

Por otro lado, el país durante seis décadas atraía grandes contingentes de migrantes procedentes de América Latina y Europa,  quienes salían  de sus países al conocer de las grandes posibilidades que ofrecía Venezuela. Lo que confirmaba lo que al interno ocurría con las migraciones locales. Sin duda que las poblaciones que procedían de países con mayores niveles de educación y experiencia productiva moderna, rápidamente se posicionaron en actividades económicas  que contribuyeron al fortalecimiento del aparato productivo nacional, ya sea como fuerza de trabajo calificada e incluso como emprendedores. 

Es importante mirar el país en una perspectiva temporal amplia. Que las comparaciones no sólo se miden entre la situación nacional  post 1998 y la década y media inmediata a la llegada del chavismo al poder, sino la Venezuela que al menos en dos o tres generaciones evolucionó a mejores niveles de vida.

En el marco anterior toca analizar como se han comportado los niveles de vida de la familia venezolana, no sólo en lo material sino también en lo cultural, político y espiritual. Es una temática que desborda este breve artículo, pero si vale enfatizar que un país, una sociedad, debe pensarse en mediano y largo plazo. Porque si bien hay indicadores que con relación al trabajo mejoraron en los años del chavismo, hay otros que desmejoraron. No es un asunto simple que se circunscriba a decir los ciudadanos ahora estamos mejores, antes estábamos peor, o viceversa. También hay que ver como está el país, que es la casa de todos

La calidad de los trabajos cada vez más precarizados, sus ingresos y beneficios, las carreras laborales  sin un mediano y largo plazo, la no discriminación para el ingreso y la estadía laboral, el mejoramiento técnico y profesional, las organizaciones sindicales no autónomas, fracturadas y debilitadas, las negociaciones colectivas accidentadas e incumplidas, la violencia no controlada en medios sindicales y espacios laborales, las entidades de la administración del trabajo parcializadas y sectarias, el relajamiento de la disciplina laboral, son algunos de los asuntos que han de revisarse y mejorarse. Cierto que hay otros que muestran indicadores favorables, como el incremento de las pensiones y su pago oportuno, el acceso de discapacitados al trabajo, el acceso a la justicia laboral así como su fluidez, la incorporación de las mujeres al trabajo, la protección de la maternidad, entre otros.   

Es importante agregar que estas valoraciones sobre que nos deja el chavismo, tienen la dificultad que dada la frescura de la reciente desaparición del líder y caudillo, más una campaña electoral en pleno desarrollo, no facilitan hacer las valoraciones que requerimos para identificar que ha de mantenerse, que ha de rectificarse y que ha de crearse en la etapa que está por iniciarse, del post chavismo. El país está partido en dos visiones. Las elecciones levantan pasiones y tensiones que tienden a mirar las cosas en blanco o negro, sabemos que no son unicolor.

El trabajo requiere un mínimo de visión compartida para que realmente rinda frutos tanto al país como a su población. A partir del 15 de Abril estos temas esperan la atención de un liderazgo responsable de la conducción del país, sea tanto en el gobierno como en la oposición.

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