En
lo inmediato hemos estado inmersos en una campaña electoral presidencial, luego
otra de gobernadores – a escasas semanas-, y luego la de alcaldes y concejales
– en el primer cuatrimestre del próximo año-. En el presente artículo,
orientamos el análisis de lo contextual político, y dejamos lo económico para
otro momento.
Hay
que destacar que desde diciembre de 1998 a este 7 de Octubre del presente año,
se han realizado catorce elecciones de alcance nacional que tienen que ver con
los poderes públicos, es decir un promedio de una elección nacional anual, ya
que estamos hablando de un lapso de catorce años. Es importante destacar que en
esta cantidad se incluyen cinco referéndum, y el hecho de que se han separados
las elecciones presidenciales de las de gobernadores y alcaldes, y ahora
también se separan estas últimas, lo que abona a un llamativo número de
elecciones.
Además si se toma en cuenta que ha existido desde el inicio
de la presente etapa política, el propósito diferenciador con todo lo ocurrido
en la gestión estatal de la etapa precedente, en la terminología naciente, la
cuarta república. Incluso el afán diferenciador va más allá de esos cuarenta
años, y se remonta a todo el siglo XX. Algo así como si todo empezara a partir
de 1999. Temas como la justicia, la igualdad, la libertad, la soberanía, la dignificación, no existían y ahora
sí. Por supuesto que esto trae consigo el mantenimiento de una situación de
polarización política extrema.
Entonces,
estos dos elementos configuran un contexto político nacional sumamente
influyente en el comportamiento de los actores que se desenvuelven en el mundo
del trabajo, ya sea en los espacios productivos directos, como en los espacios
institucionales estatales que tienen relación con el mundo del trabajo.
Veamos
lo electoral y el desenvolvimiento de los gremios, sea de trabajadores de empresarios. La polarización los
absorbe. Hay organizaciones y líderes que se adhieren a una u otra de las dos
opciones que representan los dos polos. Realmente la adhesión no es el
problema, sino que los intereses de las organizaciones y de sus afiliados se
subsumen en los planteamientos de las opciones políticas. Ocurre el fenómeno
que la química llama la dilución. Se atenúan las posiciones de los sectores del
mundo del trabajo. Se pierde la oportunidad de fortalecer las organizaciones
gremiales, por estar en la cola de los propuestas electorales. En estos
procesos electorales recientes, consideramos que este fenómeno ocurre tanto en
la propuesta oficialista como en la opositora.
Sin
tomar como modelo optimo, pero si como experiencia que favoreció el
desenvolvimiento sindical en un determinado período. Es el caso del
sindicalismo de los principales partidos políticos en los años 60 al 80, es
decir AD y COPEI. Su órganos directivos, notablemente el caso del Buró Sindical
de AD, era determinante para decidir quien sería el candidato a la Presidencia,
así como para asegurar cuotas parlamentarias nacionales y regionales. Todo lo cual
le permitió tener influencias en políticas nacionales, que ejecutaba el
Ejecutivo y el Legislativo.
Hoy
las organizaciones del mundo del trabajo están casi marginalizadas. Carecen de
influencia para determinar agendas en las propuestas de los candidatos a
gobernar. Del lado del oficialismo, hay un esfuerzo de varios años y de muchos
recursos materiales que ha centrado su accionar en los espacios comunales, y
por tanto ha privilegiado las adherencias que provienen de las comunidades, más
que las que provienen del mundo de la fábrica o centros productivos. Con éstos
se mantienen rezagos en el cumplimiento de compromisos legales y contractuales,
además de convenios colectivos desmejorados o congelados.
No
es ajeno a esta política de vinculación política electoral y gestión de votos,
ir adonde hay mayor número de votantes, tal es el caso de las comunidades; que
son también los espacios de vida de los trabajadores. Pero en esos espacios
populares habitan los trabajadores tanto de la formalidad como de la
informalidad, en otros términos tanto los organizados sindicalmente, como
aquellos que no disponen de ese instrumento. De aquí que privilegiar esos
espacios recoge adhesiones con compromisos, al establecimiento, o a cambios o mantenimiento de políticas
públicas que no están centrados en el mundo del trabajo, sino más bien el
ámbito de la asistencia.
En
este contexto político, las relaciones de trabajo son vistas como expresión y
resultado de la acción estatal, más que de las dinámicas propias de los actores
que viven en los espacios productivos. Faltaría ocuparse un poco más del
contexto económico, para completar el análisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario