Lo anterior lleva a replantear elementos fundamentales de los mercados laborales. De eso se trata esta contribución. El análisis de los mercados laborales debe ocupar un lugar privilegiado en las políticas laborales, ya que es en este mercado en donde se ubica la fuerza de trabajo y en donde se produce la interacción con el capital. La naturaleza de las Relaciones de Trabajo estará determinada por factores históricos, culturales, políticos, nivel de desarrollo material y los mercados laborales. Su tratamiento implica consideraciones demográficas, el empleo, las remuneraciones, la productividad, las calificaciones, nuevas tecnologías y la formación de la fuerza de trabajo. Para la fuerza de trabajo, se trata del medio de sobrevivencia y de reproducción. Para los empleadores, se trata del elemento esencial para mover el aparato productivo que provee bienes y servicios al mercado, y le retribuye una rentabilidad.
El tema del empleo se asocia detenidamente con la composición de la población y los cambios demográficos y de mercado laboral, que se vienen observando. Hay que destacar que seguimos manteniendo un crecimiento demográfico alto -2 %-, por encima del promedio latinoamericano y por tanto comprometedor para las políticas de empleo. Lo que hace del tema, no tanto un asunto económico y social, sino cada vez más político.
Pero lo más importante es tener presente la cada vez mayor participación de una fuerza laboral, que se le hace casi imposible en su proyecto de vida, contar con un empleo de largo plazo en una organización determinada y en una ocupación específica. Que su entrada y salida al mercado laboral ocurrirá varias veces en su vida, que cambiará de ocupación, que entrará y saldrá del empleo asalariado al independiente y viceversa, que tendrá ocasionalmente ciclos de pluriempleo, compuesto por uno asalariado y otro independiente, o también varias actividades independientes, y también ciclos de desempleo; que estudiará una carrera determinada, y, desempeñará ocupaciones bien diferentes. En fin la incertidumbre dominará su existencia en el mundo del trabajo. Si las empresas afirman que viven en situaciones de incertidumbre en estos tiempos de globalización y mercados abiertos, difícilmente se pueda pensar lo contrario con quienes son los débiles de la relación laboral, cuya incertidumbre afecta al individuo, a la familia y a la sociedad en general.
En la última década el Estado se ha convertido en el gran empleador, superando ya los dos y medio millones de servidores, casi el 21% de la población ocupada. Uno de cada cinco empleados en Venezuela depende directamente del empleo estatal, aparte de la existencia de cooperativas, contratistas y proveedores que viven de ser prestadores exclusivos o casi exclusivos de servicios como personas jurídicas a entes estatales, lo que agrega a otros dependientes económicos de las actividades estatales. Esta dimensión extraordinaria del empleo público no ha venido acompañada de la generación de mayor riqueza y bienestar. Analizarlo es un capítulo pendiente. Por ser el empleo un derecho fundamental de los ciudadanos, es necesaria la apertura de un debate sobre el tema.
Otro debate prioritario en la materia, es la calidad de los empleos. En el sector público el tema de la discriminación, la congelación y la pérdida de beneficios históricos, son asuntos muy visibilizados, con el agravante de la inacción de la administración del trabajo. Todo ello se traduce en un continuado deterioro de los empleos estatales. En el sector privado, no obstante de un continuado proceso de creación de regulaciones protectoras, la falta de garantías y confianza para las actividades empresariales privadas, se combinan para que los empleos que se crean sean cada vez más en actividades informales.
Terminamos recordando la Declaración relativa a los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo aprobada por los países miembros de la OIT en 1998, por supuesto nuestro país incluido. Comprende la libertad de asociación; la libertad sindical y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva; la eliminación de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio; la abolición efectiva del trabajo infantil; y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación. En este marco se construye el empleo de calidad, que es aquel definido como de productividad aceptable, que permite por lo tanto una remuneración digna, con cierta estabilidad en el trabajo, acceso a protección social y a mejoras de formación, sustentable con ello a lo largo del tiempo, teniendo presente, la necesidad de que los mismos sean dentro de principios de inclusión y no discriminación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario