domingo, 19 de junio de 2011

LA ESTRUCTURA PRODUCTIVA Y LAS FORMAS DE REPRESENTACIÓN DE LOS TRABAJADORES

Un intercambio reciente sobre las formas de representación de los trabajadores, replantea la preocupación por el hecho de observar en las políticas laborales publicas que se viene adelantando y promoviendo, un conjunto diverso de formas de representación.

Un hecho reconocido históricamente es la asimetría de poder entre el patrono y el trabajador. A lo sumo en las pequeñas organizaciones de poca generación de riqueza, la relación de ambos guarda una desigualdad moderada. Pero en la medida que las empresas logran avances en la producción y crecimiento, se va abriendo una brecha del poder de ella y los trabajadores; es ahí es donde se dan las condiciones para que éstos sientan la necesidad de organizar alguna forma de representación e intercambio con la patronal, que ha de traducirse en mecanismos de negociación y acuerdos.

La forma de representación dominante en la historia de las relaciones empresas y trabajadores ha sido el sindicato de asalariados. En los países de capitalismo más antiguo este hecho nos remonta a la segunda mitad del siglo XIX. En países de desarrollo capitalista tardío y además dependiente, como es el caso nuestro, es un fenómeno más reciente, digamos el segundo tercio del pasado siglo. Aunque sin que fuera un fenómeno de extensión nacional, sino sólo en actividades muy puntuales, que por su estructura económica y productiva ofrecieron las condiciones para la organización sindical de los trabajadores.

En nuestro caso, con una estructura económica que adopto la industrialización tardíamente, apenas en los años cincuenta y sesenta; y que paradójicamente, por otro lado empezó tempranamente a desindustrializarce. Ya en los ochenta se hacen evidentes signos en tal sentido, que se agudizan en los noventa y en lo que va de siglo XXI.

Se reconoce que el hábitat más propicio para el desarrollo sindical, es el industrial o manufacturero, aquel en donde los procesos productivos y la organización del trabajo requieren de un liderazgo empresarial, tanto en el nivel directivo como gerencial, de una notable dosis de emprendimiento, innovación y creatividad, así como de una compleja relación con la fuerza de trabajo, por las calificaciones y destrezas que esta adquiere.

Con lo anterior se destaca que se trata de una organización representativa que nació y creció, a tono con las actividades productivas predominantes en la estructura económica en el país, y ellas fueron en primer término actividades vinculadas con el sector primario, tal es el caso del petrolero y del minero. El primero evidenciando organizaciones sindicales constituidas en los años treinta y el segundo en los años cincuenta.

Tenemos entonces que las organizaciones de trabajadores vinculadas con las actividades de transformación, donde se incluyen los siderúrgicos, los procesadores de aluminio, de electricidad, de bienes de consumo industrial y doméstico derivados de procesos de transformación, son parte de nuestra historia laboral de apenas los años sesenta para acá. En términos históricas son organizaciones con un pasado corto. A lo sumo esto nos remite a dos generaciones de población obrera sindicalizada, en estos sectores.

Ha habido es este corto lapso un proceso en muchas de las organizaciones productivas de nacimiento, aprendizaje, sostenimiento, crisis y declinación. En esta consideración, cabe hacer la distinción que las organizaciones cuando provienen del capital extranjero, cuentan en su haber con la experiencia adquirida en otros lares, por supuesto que ello abona del lado patronal. Teniendo presente que esas experiencias que trae la inversión extranjera, ya sea por tenencia de la propiedad o por asociación con inversores locales, estatales o privados, brinda ventajas que se hacen presentes en los diversos ámbitos de funcionamiento empresarial, sea productivo, administrativo como laboral.

En el país son pocas las organizaciones empresariales que muestran un historial que cubra este lapso de sesenta años de crecimiento y desarrollo sostenido, con una conducción autónoma, que al mismo tiempo sea innovadora y creativa en los procesos productivos, y que todo ello permita el hábitat para el desarrollo de las organizaciones autónomas de los trabajadores, traducido en mejoramiento continuo de las condiciones de trabajo y de la calidad de vida. Se trata de un escenario de escasez de este tipo de organización productiva.

Con este artículo, en el fondo se quiere llamar la atención que no es viable un desarrollo genuino en lo sindical en tanto igualmente no ocurra un desarrollo productivo. Un empresariado sostenido de la renta petrolero, así como un Estado empresario improvisado y arbitrario, no construyen la estructura productiva generadora de riquezas y condiciones para un desarrollo sindical sólido.

Por ello, así como un alto porcentaje del empresariado se ha caracterizado por arrimarse a las ventajas estatales, otro tanto ha hecho buena parte del sindicalismo. Pero este problema no se resuelve con la creación desde el Estado de nuevas formas de representación, sean consejos, delegados, milicias o el nombre que adopten. Más bien, todo esto remite a ser interpretado como una nueva forma de anti sindicalismo, que llevaría a los colectivos laborales a situaciones que parecían superadas.

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