Recién se nos formulaba la pregunta ¿Considera la instauración del control obrero como un cambio necesario? El debate en Venezuela sobre esta institución no ha sido suficiente. Por ello tiene plena vigencia prestarle detenida atención.
Distinguir entre una conquista laboral alcanzada a partir de las acciones del movimiento de los trabajadores y una concesión recibida de los otros actores laborales, sean las Empresas o el Estado, es un problema fundamental. Las primeras son la resultante de un proceso genuino de acciones que implican en primer lugar la comprensión de la meta o asunto a alcanzar. En cambio las segundas -las concesiones-, de entrada plantean interrogantes básicas, ¿qué hay detrás de esto?
Cuando se le entregan concesiones al movimiento de los trabajadores, sea desde el Estado o desde el Patronato, que no responden a un esfuerzo propio del movimiento de los trabajadores, se impone un análisis detenido; necesario entender el propósito que persiguen. Tener presente, que existe heterogeneidad en el desarrollo de los diversos sectores laborales, lo que en un sector puede ser una conquista, un avance, en otro puede no serlo.
Por ejemplo, la implantación de los directores laborales en 1966. En el fondo se observaba que tendía al fomento del burocratismo y de premio a las lealtades a las cúpulas sindicales y políticas partidistas, ya que los directores laborales en una primera etapa eran escogidos por el dedo burocrático de la partidocracia, y no por las bases laborales. De todos modos, una concesión puede ser transformada y ponerla al servicio del movimiento de los trabajadores. Como ocurrió posteriormente, cuando se reivindicó que los directores laborales fueran electos democráticamente por la fuerza laboral de la institución en donde ejercerían sus funciones.
Es conveniente un análisis de la muy breve experiencia del control obrero, propuesta apenas a mediados del pasado año por el Patronato, al igual como se promovieron experiencias identificadas como Cogestión, Autogestión y Cooperativización en varias empresas públicas, luego se dejaron de lado y se pasa a otros esquemas productivos y organizacionales, sin detenerse a un mínimo esfuerzo de evaluación.
¿Quiénes en los niveles más elevados son responsables de haberlas promovido y bajo cuales supuestos? que se le diga a quienes se sumaron o fueron adheridos, u obligados, y a la sociedad en general, se trata de bienes públicos, ¿Por qué estas experiencias no fueron continuadas y fracasaron, o qué dejaron de bueno? ¿Cuánto se ha perdido en recursos humanos, tiempo, financieros y frustraciones? ¿Qué es lo que debe hacerse para no repetir errores?
Importa también plantearse por qué este esquema sólo se promueve en las empresas básicas de Guayana. Tendrá que ver con las características de la militancia obrera de la zona, o con el estado crítico de las empresas, y se trata de una última tabla de salvamento que compromete al liderazgo sindical, en condiciones incluso más desventajosas que las tenidas por administradores previos que no pudieron evitar el deterioro de las mismas. Por tanto al hacer la lista de los ensayos aplicados y fracasados, se agregará el del control obrero, al lado de las gerencias tecnocráticas, burocráticas partidistas, o cualquier otra involucrada en la gestión de los últimos años.
No debiera hablarse de control obrero sin un mínimo de control social. Cierto que existen instituciones como la Contraloría General de la República, pero parece que este ámbito no existe para ella. Por otro lado instituciones como las organizaciones -consejos- comunales, tienen prioridades en la vida de la comunidad misma, en sus carencias y problemas. No están dotados de los elementos para incursionar en algún tipo de control en los ámbitos productivos y en los problemas propios de éstos.
En cuanto a las posturas sindicales, hay que tener presente que una de las características de la política laboral en los últimos años, ha sido la puesta en práctica de mecanismos que fragmentan a los colectivos laborales. El surgimiento de nuevas propuestas de representación, que hacen vida en los mismos espacios productivos en donde desde décadas existen los sindicatos, indudablemente crea y fomenta problemas como roces institucionales. No es descartable que a la larga, sindicatos y las nuevas formas de representación logren una suerte de refuerzos mutuos, pero la interferencia de elementos externos a ambos, no lo hace fácil.
La autonomía de las organizaciones sindicales, siempre está en riesgo; sea por aspiraciones patronales de restarle influencia entre los trabajadores, o por aspiraciones gubernamentales de ponerlas acríticamente al servicio de su proyecto. Por supuesto hay espacio para que las organizaciones sindicales a partir de sus propios proyectos coincidan y apoyen propuestas políticas, que se promueven desde el Estado. Pero se trata de un sindicalismo que acompañe el accionar reivindicativo con la acción sociopolítica. Esto demanda estudios y debates. No es espontáneo que la formación sociopolítica florezca. No es lo dominante en nuestro caso. Sin embargo, hay algunos momentos y experiencias que son rescatables en ese sentido.
lunes, 16 de mayo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario