La organización de la producción es una materia de vital interés en una sociedad. De ella deriva que se disponga de bienes y servicios, suficientes y adecuados para el bienestar. El Capital ha sido el adelantado en prestar detenida atención en cómo organizar la producción, en tanto el Trabajo ha carecido de propuestas. El Estado ha privilegiado la gobernabilidad y la atención a las demandas de los distintos sectores, incluidas por supuesto las necesarios para la producción.
En el período de mayor estabilidad productiva y política del país, como es el iniciado en 1958 hasta la década de noventa, se distinguen dos etapas, una que concertó un marco para la actividad productiva, y que le dio impulsó al modelo de sustitución de importaciones, con protagonismo del capital extranjero y el nacional asociado, y que por supuesto permitió un crecimiento del empresariado local. Por otro lado, continuó el desarrollo de las empresas básicas con recursos y gestión estatal y sus vínculos con el sector privado. Cabe tener presente que para el desarrollo industrial, el estado aportó una buena porción de recursos, con créditos y exoneraciones. Esta etapa se ve nítidamente reflejada en el período que va desde los sesenta hasta los ochenta. Fue una etapa que mostró señales de crecimiento y mejoramiento social durante los primeros veinte años.
La otra etapa que muestra un patrón diferente en la organización productiva predominante, ya es visible en la década del ochenta, que abre lugar a orientaciones neoliberales en el modelo económico y por supuesto con obvias repercusiones en la organización productiva, alterando el funcionamiento de las relaciones laborales que se desarrollaron con dinamismo en la etapa anterior.
Tanto en el primer período como en el segundo, en el país y en el exterior, hay un buen material de análisis que evidencian las características y limitaciones de cada modelo. De ahí su justificada revisión. Persisten por supuesto posiciones encontradas en cuanto al balance del desarrollo productivo de estas etapas, hay condenatorias y también nostalgias. Se continúan sus análisis.
Ensayo tras ensayo
Con el nuevo siglo, entramos en una nueva etapa en la organización productiva, respondiendo a un modelo de desarrollo que ha pasado por distintas denominaciones y caracterizaciones. Una de las primeras fue la búsqueda y coincidencia con la llamada “tercera vía”, acompañada de la democracia ahora protagónica en vez de representativa. Inmediatamente se desestimó la tercera vía y se pasó al desarrollo endógeno, hasta llegar al socialismo del siglo XXI, o también del socialismo a secas.
En este camino reciente, de más de una década, se han ensayado varias proposiciones en la organización productiva. Entre ellas se cuenta el estimulo a las pymes, aunque no tan novedoso porque en el discurso y accionar de las etapas previas siempre estuvo en agenda, aunque sin pretensión de estimular para enfrentarlas con las empresas grandes.
El cooperativismo también recibió la venia de las políticas públicas multiplicándo las unidades cooperativas. Se inventaron las EPS, con conceptos diversos. La crisis económica y política hizo aparecer un sector de empresas recuperadas, y tomadas. Se multiplicaron las estatizaciones, las re estatizaciones, las nacionalizaciones y expropiaciones, alterando y promoviendo nuevos valores y categorías con repercusiones en la organización productiva.
Evaluar y profundizar que resultados se han logrado en todas estas experiencias es una tarea necesaria. Mientras, cada ensayo que es costoso y complejo, pudiera ir llevando a la sociedad venezolana, no al socialismo del siglo XXI sino a un capitalismo más salvaje del que conocemos, como costos de la destrucción de un tejido productivo y la no sustitución eficiente por otro, amén de los compromisos y relaciones económicas que se destruyen y son sustituidas por otras inciertas y con insuficientes transparencias.
Nota:Ver este texto en edición de hoy: http://www.correodelcaroni.com/content/view/156567/149
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