En el año 2007 la propuesta no aprobada de reforma constitucional promovida por el gobierno introdujo planteamiento sobre la reducción de la jornada. Nuevamente en el borrador de propuesta, que viene circulando a propósito de la reforma de la ley orgánica del trabajo, se incluyen varios artículos dirigidos a la reducción del tiempo de trabajo.
Un denominador común de las propuestas, la primera del ejecutivo y la segunda un borrador de comisión legislativa, es que no hay razonamientos que las acompañen. De todos modos, en la segunda - la propuesta legislativa- se abre un período para el intercambio, ya que inicialmente se planteaba con una sorprendente celeridad y afán aprobatorio. Lo importante es razonar, tanto en lo que tiene que ver con el interés en reducir el tiempo de trabajo, como en cualquier otra alternativa que afecte el tiempo de trabajo.
Algunas consideraciones necesarias a ser parte del análisis, incluirían en primer lugar disponer de datos del desenvolvimiento que ha venido ocurriendo en el tiempo de trabajo. El sólo tener como referente las jornadas legales anteriores, no nos dice mucho. Sería necesario conocer dos datos gruesos, por un lado cual es el tiempo real o efectivo de trabajo en el aparato productivo venezolano, entendido en sus más heterogéneas instituciones productivas y usuarias de fuerza de trabajo. En segundo lugar disponer de información de los patrones de uso del tiempo, en las diversas actividades que forman parte del llamado tiempo reproductivo, que se refiere al tiempo de no trabajo, pero que demanda de las personas que trabajan invertir tiempo suyo, aquí va el transporte, la familia, la educación, los servicios para la vida familiar y comunitaria, que incluiría asuntos como la salud, el recreo, la seguridad, entre otros.
Abarcar lo anterior implica involucrar en el análisis del tiempo de trabajo, también el tiempo de no trabajo, y con ello al trabajador, a la familia, a la comunidad y las dadores de los servicios esenciales, así como a la administración de la ciudad. Con esto se va perfilando que abordar el tiempo de trabajo y su distribución no es un asunto ligero, ya que no reposa en los puros intereses de la producción. Que de paso, son muy importantes en escenarios de dificultades económicos como las que se vienen experimentando, y no se menciona esto por el hecho de haber transcurridos dos trimestres consecutivos de decrecimiento económico, y expectativas de otros trimestres con similares resultados; sino que el modelo productivo imperante en el país, que descansa en exportar un productor primario, casi sin diversificación y más bien en un continuado proceso de desindustrialización temprana, nos coloca ante un escenario muy incierto, en el sentido de darle viabilidad y sustento a las aspiraciones de reducir el tiempo de trabajo. Aqui cabe preguntarse haste que punto somos una sociedad productiva y en cuanto somos una sociedad rentista.
Dejamos sólo esta inquietud inicial, con el deseo de continuarla, pero si pudiéramos contar con los datos que el Ejecutivo está obligado a suministrar, de temas como los indicados, el avance sería mucho mayor. Lo otro que resulta de interés consistiría en hacer análisis en ciertas zonas pilotos del país y en ciertas actividades productivas, que tengan algún grado de representatividad, para de ahí derivar propuestas para la discusión. Es evidente que esto no es tarea de una sóla institución, ni de un solo sector. Ojala debatir sobre este particular encuentre eco y a la vuelta de un proceso de análisis interdisciplinario del problema, nos encontremos más conscientes de adonde dirigirnos. Aunque mientras tanto, los actores laborales en sus convenios colectivos han adelantado propuestas que se deben conocer y considerar, sin ignorar el hecho de la vasta participación en el mercado laboral, de los sectores no beneficiarios de la actividad laboral contractualizada - los informales-, para quienes en muchos casos las jornadas legales no dicen mucho. Por eso el tiempo efectivo de trabajo es tan importante.
domingo, 29 de noviembre de 2009
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