Ver gobernar un país y apreciar el constante y continuado deterioro, sin que se tomen medidas que lo reviertan, y que más bien aquellas que se ponen en práctica lo que logran es ahondar las dificultades, se convierte en un tema de muy seria consideración. De allí las consecuencias y los impactos para el país, para la sociedad toda y las personas que lo viven.
Los indicadores sociales y económicos se dejaron de publicar, los pocos que aún se dan a conocer entran en la duda de por qué unos si y otros no, lo que estimula percibir sus sesgos. Le sirve al régimen para edulcorar su fachada.
Las consecuencias de las políticas sociales y económicas nos empujan a escenarios alarmantes, como crisis humanitarias, hiperinflación, estancamiento y hasta pérdida de soberanía.
Seguir respondiendo con la tesis de la guerra económica no aminora en nada la situación, sólo sirve para seguir militarizando la sociedad, y recientemente la cesión del pleno control de la cadena alimentaria en manos militares. Los ministerios de la economía y la producción se subordinan a los criterios militares, y junto a ello la gran cantidad de corporaciones, empresas estatales y entes subordinados que participan de esta cadena. Es lo que lleva a identificar el régimen de militarista y estatista, pero además se observan consecuencias como la pérdida de soberanía y el empobrecimiento de la población.
Se ha manifestado, con razones que la soberanía implica tener seguridad alimentaria. Contar con más de 170 mil miembros de los cuerpos armados, y con amplia dotación de armamento adquirido aún bajo las dificultades económicas de estos tiempos, puede permitir que el control militar de la cadena alimentaria se haga con rigor y en las distintas instancias desde los espacios agrícolas, pasando por los procesos de transformación y llegando hasta los de distribución a los consumidores, pero todo ello en absoluto no hace crear la producción en los rubros o ramas donde no la hay, ni incrementar aquella existente.
Para crear producción, incrementar la existente y mejorar los procesos productivos, lo que más falta hace es la confianza, la certeza de reglas claras para los que producen, el respeto a la propiedad, los incentivos para quién corre riesgo, el trabajo asalariado o autónomo con protección tanto de los individuos como de sus organizaciones gremiales, el dejar en manos de quienes tengan los saberes y los conocimientos el manejo de las instituciones del sector de la alimentación, la formación para mejorar las calificaciones, el promover la carrera de los productores, el fomento de la innovación y la investigación en alianzas con los centros dedicados a estas actividades, el hacer convenios que permitan llegada de inversores que realmente nos transfieran tecnologías.
Es en estos procesos descritos en donde está la soberanía. Ella cuando se refiere a la producción no es un problema de armas y aprestos militares, es un problema de la sociedad con énfasis en los productores tanto los que aportan capital como los que aportan trabajo y saberes. Lo militar es bienvenido para que contribuya en dar seguridad al territorios del campo y de la vida productiva en esas amplias extensiones. Si hay abandono del campo en buena medida es porque el Estado dejó de prestar la protección que ahí se necesita.
Importante destacar que el proceso de finiquito de la guerra en Colombia aún no ha culminado, en principio ha de esperarse el resultado del referéndum, y como se sabe por muchas décadas nuestro territorio ha sido el aliviadero de esa crisis. La soberanía que se vocea con la alimentación, y que no la tenemos, también la soberanía es de dudosa tenencia en el resguardo de las fronteras. Ya lo hemos visto con el uso indiscriminado de nuestros espacios por toda clase de negocios oscuros con el narcotráfico, la minería depredadora, grupos de irregulares armados dedicados a la extorsión y el secuestro. De alguna manera hemos sido un Estado entreguista.
Tampoco la militarización parece apuntar a hurgar en la multimillonaria pérdida de recursos en el antiguo Cadivi y el posterior Cencoex, así como en las empresas artificiales, de maletín, ya denunciadas por personeros de alto nivel en el Ejecutivo en tiempos de Hugo Chávez, al menos hasta el presente nada dice al respecto. El habla popular suele decir que quién calla otorga.
Todos esos recursos que han sido esquilmados han empobrecidos la vida productiva y social de los venezolanos, de ahí que nuestro modelo ha sido un promotor del empobrecimiento continuado, es por lo que este año se espera un menos 10 en el producto nacional, y una inflación de más de setecientos por ciento.
El modelo productivo venezolano de hoy es el MEEE, es decir Militarista, Estatista, Entreguista y Empobrecedor.
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