En estos momentos de aguda crisis económica y de descenso de los niveles de vida de casi toda la población nacional, y la conmemoración de un nuevo 23 de Enero, nos invita a considerar las propuestas que se formularon e implementaron en 1958 y años sucesivos, y los momentos actuales de escasez, penuria e inestabilidad política.
En lo económico se puede señalar que el período post dictadura inició con la necesidad que tuvo la Junta de Gobierno que asumió el poder en ese 23 de enero de 1958, de implementar medidas de emergencia económica para atenuar la situación de desempleo y ofrecer ingresos a las personas, de ahí el llamado Plan de Emergencia vigente desde febrero de 1958 a Junio de 1959. Al iniciar Romulo Betancourt y sus aliados de Copei y URD el nuevo gobierno constitucional en enero de 1959, a la emergencia económica le acompañaron levantamientos militares que hicieron complejo el arranque y funcionamiento de ciclo post dictadura que se estaba empezando.
Las dificultades económicas plantearon al Gobierno solicitarle al Congreso en mayo de 1960 una Ley de medidas económicas de urgencia por un año. El congreso la aprobó, aunque algunos sectores opositores minoritarios la llamaron la “ley del hambre”. El mensaje del Presidente Betancourt señalaba “La economía y el fisco nacionales viven una hora transitoria de serias dificultades. Es necesario que todos aportemos nuestra cuota de sacrificios Que […] reciban menos emolumentos los servidores públicos y paguen más impuestos los contribuyentes. La acción oficial debe dirigirse simultáneamente a una continuada reducción de los gastos públicos, a elevar los ingresos mediante aumento moderado de la tributación, a proveer los estímulos fiscales para el fomento de la inversión y a agenciar recursos exteriores para ser invertidos únicamente en obras reproductivas”.
Estas medidas económicas de emergencia dieron sus resultados satisfactorios, Venezuela entró en un ciclo de crecimiento en el resto de la década del sesenta, incluso con precios del petróleo de USA $ 2,00 el barril. Todos los indicadores sociales mejoraron y se produjo un real ascenso social. La familia obrera, campesina y de los sectores medios mejoraron sus condiciones materiales de vida. Los hijos de estas familias alcanzaron más altos grados de bienestar que sus padres. Incluso el hijo del obrero y del campesino pasaban a alcanzar más altos niveles de formación educativa, mejores empleos y condiciones materiales de vida, todo esto se mantuvo a lo largo de la década siguiente, los setenta.
En los setenta sí hay que agregar que el mejoramiento ya tenía relación con los súbitos incrementos del precio del barril de petróleo, tanto el de fines de 1973 - de $ 3 a $12- como el de 1979 a más de $ 30. Ambos por procesos políticos internacionales en donde no teníamos ninguna vinculación. La crisis internacional nos benefició, lo cual nos hizo atractivos como país para el incremento de la continuada recepción de inmigrantes de todas partes del mundo, incluso de países más desarrollados que nosotros. Pocos venezolanos salían de su país, y cuando lo hacían contaban con una moneda de alto poder adquisitivo en cualquier lugar del mundo.
En ambas décadas, los sindicatos y las instituciones de las relaciones de trabajo, como las políticas salariales, los convenios colectivos, mejoraban consistentemente por el escenario económico que ofrecía el país y la estabilidad política nacional.
Por supuesto que esta favorable evolución tuvo momento de quiebre que se manifestaron a fines de la década de los ochenta y principios de los noventa, de lo contrario no tendríamos este régimen que se inició hace 17 años.
Hoy, se repite como en 1960 el planteamiento del Ejecutivo al Parlamento de la aprobación de una Ley de medidas económicas de emergencia. Por supuesto que la situación es notablemente peor en cuanto a indicadores económicos. De hecho el gobierno ha recibido del Parlamento varios períodos de habilitación para legislar sobre la materia y no lo ha hecho debidamente, y por tanto en estos tres últimos años la crisis se ha profundizado. Una nueva composición política del parlamento plantea exigencias y compromisos al Ejecutivo, que éste elude.
La población venezolana en sus distintos estratos económicos resiente la situación de penuria, escasez y dificultades para su sobrevivencia. Quienes antes ascendieron socialmente como trabajadores, profesionales, agricultores, empresarios, hoy a duras penas se mantienen o desmejoran su condición de vida. Los sectores mas pobres que en un determinado momento del gobierno chavista mejoraron su condición han vuelto de nuevo para atrás. Los que si mejoran son quienes se han conectado en actividades gubernamentales y tienen acceso a ventajas y prebendas que no son accesibles al ciudadano común, como divisas, contrataciones, vehículos y altos cargos.
La política social ha dado acceso a beneficios en temas importantes como alimentación, vivienda, pensiones. En algunos otros aspectos los programas han desmejorado y ya no ofrecen el servicio que inicialmente brindaban, como es el caso de salud. Pero es evidente que con todo lo ocurrido en el campo productivo y laboral, todos estos programas carecen de sustento y estabilidad, vienen dependiendo de la emisión de dinero que cada vez tiene menor valor, y no de una producción nacional suficiente para quienes en el país vivimos. Lo lamentable es que la destrucción del tejido productivo privado se ha sustituido con importaciones, y la administración estatal ha hundido el cuantioso parque productivo tanto el que era desde sus inicios de propiedad estatal como el expropiado a los privados, generando frustraciones en quienes en algún momento creyeron en el tipo de modelo económico ofrecido.
Los trabajadores y la población en general vive una etapa de descenso social. Las familias reducen su nivel de vida, acrecientan su solidaridad, precarizan su vida haciendo múltiples trabajos, invierten largas horas de su tiempo de descanso y de vida productiva haciendo gestiones para acceder a los productos alimenticios, del hogar y de la salud. Muchos jovenes, especialmente bien preparados deciden irse a otros lugares a probar suerte. Ahora somos conocidos por exportadores de capital y talento humano.
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