El nombramiento de un jesuita como conductor de la Iglesia Católica en el orbe, nos estimula a reflexionar sobre los aportes de los miembros de esta orden religiosa en asuntos que son de interés en el orden laboral. Concretamente en el nacimiento y fomento del cooperativismo en nuestro país.
Recordemos que en un primera etapa del proceso político bolivariano se le dio un impulso inusitado a esta forma de organizar el trabajo y la producción, fundada en la asociatividad de colectivos, es decir cooperativas.
Ya la euforia gubernamental en esta forma de organización social y productiva ha pasado. Pero en su momento pico – 2007 y 2008- los registros alcanzaron la constitución de cerca de doscientos mil organizaciones cooperativas y cerca de dos millones de afiliados. Luego se fue precisando que estos registros no eran reales. Un censo cooperativo colocó los datos en su lugar, y el número de cooperativas apenas superaba una quinta parte de lo anterior. Acompañado este crecimiento de un costo respetable, el Ministerio de Economía Comunal en el año 2008 citaba que entre 1999 y el 2008 se habían otorgado créditos por 1.5 millardo – de los viejos-, citado por V Álvarez, alto funcionario gubernamental. Buena parte de estos recursos no se recuperaron.
De esta experiencia de un fomento cooperativo improvisado y costoso, pocas cuentas se conocen, menos aún de las frustraciones que quedaron al levantar ilusiones de independencia productiva que no lograron la auto sustentabilidad propia y universal de estas organizaciones que desde el siglo XIX se plantearon ser una alternativa al desarrollo del capitalismo liberal.
No hay duda que el desarrollo del cooperativismo necesita del apoyo del Estado, así como lo recibe el empresariado en el fomento de la industrialización, o los productores del campo para mejores alimentos y materias primas. En fin es tarea propia de quién administra la renta petrolera así como los recursos tributados por la sociedad en general, volcarlos a los que producen para que lo hagan en las mejores condiciones y satisfagan necesidades de la vida de los ciudadanos.
Volviendo a las raíces del cooperativismo en nuestro país, Nelson Freitez, Profesor de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, lo ha venido investigando, concentrando su espacio de investigación en el Estado Lara, que desde hace décadas muestra las más sólidas experiencias de cooperativismo de base y de integración cooperativa. Su investigación releva la acción promotora del Estado y de la Iglesia Católica, especialmente vía el Centro Gumilla, organización de los jesuitas, en la etapa de resurgimiento del cooperativismo que lo ubica en la década del sesenta.
Freitez nos precisa que el Centro Gumilla se creo en Barquisimeto en 1966 y desde ese mismo momento promueve un plan de formación orientado a la expansión e integración cooperativa. En un primer momento se promocionaron las cooperativas de ahorro y crédito, era de una de las necesidades más sentidas de la gente popular y relativamente fáciles de manejar y se podían ver los beneficios pronto. Un convenio con Fundacomun en 1969 permitió sustentar y ampliar las acciones extendiéndola a más de diez entidades del país.
En los años setenta la organización cooperativa llega a las zonas altas del Estado Lara, así como al Municipio Torres, contribuyendo a la producción de alimentos.
De este esfuerzo nació un cooperativismo que con recursos propios y modesta ayuda estatal alcanzó su sustentabilidad y autonomía. Que si bien ha pasado por momentos de auge y de crisis, ahí está cargado de experiencias y de valores, cumpliendo su misión.
De las experiencias cooperativas más estudiadas y conocidas que tienes su asiento en el Estado Lara, destacamos la Ferias de Consumo Familiar, adonde semanalmente aportan sus productos unos 300 productores constituidos en cooperativas y en asociaciones civiles de productores, también 10 unidades de producción comunitaria que agrupan a 60 personas. Esta producción es llevada semanalmente a 28 centros de ventas en la ciudad, donde actúan 50 agrupaciones cooperativas, trabajando alrededor de 900 personas en labores de comercialización. Los compradores, cincuenta y cinco mil familias se benefician en la calidad, los precios y la organización. Todo esto no le cuesta nada al Estado, es el trabajo cooperativo genuino de colectivos con educación y principios cooperativos.
A lo largo de esos cincuenta años de desarrollo cooperativo, los jesuitas y los colectivos de ciudadanos practicantes de la solidaridad, que han aportado a la construcción y funcionamiento de esta organización socio productiva, nos ofrecen la oportunidad de aprender el hacer trabajo cooperativo.
domingo, 17 de marzo de 2013
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