Con frecuencia se observan declaraciones condenatorias de la debilidad de la oposición partidista venezolana al gobierno bolivariano, sin embargo se deja de lado que la oposición no es sólo la que se ejerce vía partidos políticos, por lo que interesa reflexionar en torno a varios asuntos e interrogantes.
Empecemos por ponernos de acuerdo ¿que es la oposición?, y luego por considerar si es válida la tesis de la debilidad de la oposición. Al responder que es la oposición, esto lleva a verla en distintas perspectivas. Por un lado lo más convencional, como es verla sólo en términos de partidos políticos y sus dirigentes. Creo es lo que predomina, además los medios de comunicación han contribuido a verla en esos términos, por la mayor accesibilidad brindada en función de liderazgo y pertenencia a partidos políticos. Recién es cuando se brinda mayor accesibilidad a voceros de los movimientos sociales.
Pero la oposición al régimen va más allá de partidos políticos, sin necesidad de sugerir esta reflexión una invitación a la anti política. Es lo que exige mirar a otras organizaciones de la sociedad. Aquí es central tomar en cuenta la categoría movimientos sociales, que como es conocido refiere a grupos y acciones no formales que se expresan en la vida socio-política y económica, apuntando a presionar o sostener determinados cambios. Con el devenir del tiempo estos movimientos también adoptan mecanismos formales, sea por el interés estatal o de los propios movimientos.
Con lo expuesto importa entonces detenerse en analizar el peso y la fuerza de los movimientos sociales. Admitimos que existe una gama diversa de movimientos sociales en distintas esferas de la vida del país, ya sea en el mundo del trabajo -movimiento de los trabajadores y el movimiento cooperativo-, en el mundo de los estudiantes, así como en el de los campesinos, de las comunidades y vecinos, de las mujeres, de los derechos humanos, de ecologistas, de grupos étnicos, el movimiento LGBT, entre otros.
En nuestro país la mayoría de estos movimientos son de fecha reciente, salvó los tres primeros los restantes cuentan con pocas décadas o años de existencia. También es destacable mencionar que si bien estos movimientos han surgido de las propias comunidades, dos actores siempre han intentado cooptarlos, sea por una parte el estado y/o los partidos políticos. Este interés es una constante en la historia moderna del país, digamos que con la restauración democrática de 1958 hasta el día de hoy no ha habido cambios al respecto.
Llegado al presente se advierte que los movimientos sociales mantienen su presencia y acciones en la vida del país, pero sin que ello hubiese sido determinante en las grandes decisiones de la vida nacional, cuando desviaciones y deformaciones se han hecho dominantes.
Mirando en perspectiva de 1957 para acá, las acciones de trabajadores y estudiantes se movilizaron para contribuir al derrocamiento del régimen autoritario de entonces, pero lo determinante fue la acción de los militares. Así ocurrió a lo largo de la convulsa primera mitad de la década del sesenta, los gobiernos constitucionales con el apoyo militar redujeron y controlaron las diversas protestas, y juntó a ellos buena parte de los movimientos de protesta de calle e insurreccional fueron cooptados. Ello permitió un gradual y sostenido control partidista y estatal de las manifestaciones y acciones de los movimientos sociales.
Pero años más tarde el agotamiento de la evolución política y económica, trajo de nuevo protestas abiertas como lo ocurrido en febrero de 1989, que no está del todo claro que ello haya sido una acción organizada por movimiento social alguno, claro que algunos a posteriori reclamaron su conducción u orientación, pero por supuesto sin convencimiento alguno.
Más auténtico fue lo realizado por el movimiento sindical -CTV-, que admitiendo haber sido desbordada por los acontecimientos de protesta, convoco a posteriori -mayo de 1989-, un paro nacional contra las políticas económicas del gobierno, pero que perdió su ímpetu y energía al plantearse desde el aparato partidista gubernamental -Buró Sindical de Acción Democrática- que el paro era contra la especulación y con ello diluyó el impacto de la convocatoria y la acción de protesta anti gubernamental En todo caso fue una protesta cruentamente reprimida por el ejército.
Este escaso desarrollo de los movimientos sociales, tiene que ver con el hecho que el protagonismo contestatario surgiera del propio seno del órgano represor, como fueron los levantamientos militares de 1992, si bien no lograron sus propósitos, el devenir siguiente dejo más visible las debilidades del sistema político vigente, y una de ellas fue que no habían movimientos sociales autónomos y representativos para asumir los vacíos que la crisis política mostraba, planteando demandas y llevarlas a su destino. El camino quedo despejado para que una opción para entonces ajena a los movimientos sociales, asumiera el liderazgo y la victoria electoral que desplazó a los actores que ejercieron la tutoría de los controlados movimientos sociales del momento.
Con el advenimiento de la revolución bolivariana se plantea un renacer y expectativa de los movimientos sociales. Los que nuevamente vuelven a ser objeto de los intentos de la cooptación estatal y partidista, y he aquí el estado donde nos encontramos, la disyuntiva entre intervención y autonomía.
En lo que tiene que ver con el movimiento de los trabajadores, los intentos estatales de reducir su autonomía son constantes. Sin embargo la protesta laboral no deja de ocurrir. Así se puede ver en los registros del Observatorio de la Conflictividad Social, destacando que del año 2008 al 2013, se hicieron 16.297 protestas. De éstas, el 37% tuvo una causa laboral. Cuando se agreguen las que se acumularan en este 2014, es de asegurar que no bajará este porcentaje. Además la mayor contribución de las protestas laborales será contra el Estado, especialmente en su condición de patrono.
Finalizando, los movimientos sociales se han lanzado a sus reclamos y acciones. Son mayormente manifestaciones de oposición a acciones, decisiones y políticas del estado. Si vemos la oposición solo en términos de partidos políticos no se aprecia lo que realmente ocurre en el país, es necesario verla además en términos que incluyan a los movimientos sociales.
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