Las reiteradas invocaciones al proceso político venezolano en las campañas electorales en Hispanoamérica y en particular al modelo de conducción gubernamental y sus consecuencias económicas y políticas, ha vuelto a ocurrir con énfasis en el reciente referéndum en Colombia, lo que nos lleva a analizar que es lo particular de lo venezolano que no deja de ser parte en los procesos electorales regionales.
Desde el mundo del trabajo importa reconocer que también en buena parte de Hispanoamérica en otros tiempos se veía con interés al modelo venezolano. Era reconocido que se conseguían buenos empleos, había espacio para la creación y fomento de empresas, la moneda era la más fuerte de la región, y fundamentalmente se ejercían libertades al tiempo que en la región se perdían derechos y se extendía el autoritarismo. Al respecto, un distinguido investigador estadounidense, Steve Ellner con una amplia carrera académica entre nosotros en la Universidad de Oriente, en sus investigaciones de la época destacaba que el movimiento sindical venezolano después de 1958 aportó su contribución al mantenimiento y fortalecimiento del sistema democrático, en una etapa de amenazas e intentos de desestabilización, como lo fueron los golpes militares de derecha en San Cristóbal -1959- y Barcelona -1967-, por otro lado los levantamientos militares conjuntamente con partidos de izquierda en Puerto Cabello y Carúpano, y la insurrección guerrillera en la década del sesenta hasta la pacificación de inicios del primer gobierno de Rafael Caldera en 1968.
Pero superada esta etapa y junto a la inexistencia de conflictos armados, de relativa estabilidad y de no intervencionismo de las fuerzas armadas, se dio lugar a lo que algunos analistas, entre ellos Ellner, calificaran al desenvolvimiento político y laboral con la tesis del excepcionalismo; con ello se quería significar un comportamiento diferenciado del movimiento laboral y de la política venezolana diferente al resto del continente.
Es por ello que al tiempo que la mayoría de los países de la región sufrían retrocesos de sus sistemas de libertades, en Venezuela se consolidaba su estabilidad política y económica, convertida en centro de atracción de inmigrantes de América Latina, el Caribe y de Europa.
Pero en los años ochenta se hicieron visibles signos de pérdida de la estabilidad, y en Venezuela ya la tesis del excepcionalismo se constató que dejó de ser un predictor confiable, como lo reconoció el mismo Ellner; puede verse en su artículo “Tendencias recientes en el movimiento laboral venezolano: autonomía vs control político” en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2003, vol. 9, No. 3, UCV.
En ningún país de la región existen hoy propuestas importantes que quieran emular el modelo político, social y económico que predomina en Venezuela. De haberlo, lo mantienen bien guardado porque ahuyenta a posibles seguidores.
Los debates asociados con las elecciones refrendarias colombianas, especialmente en cuanto a sus resultados, plantean de nuevo la tesis del excepcionalismo pero en esta ocasión al revés. La región se caracteriza por el fortalecimiento de la democracia y la estabilidad económica, en tanto en Venezuela ocurre lo contrario. Predomina guardar distancia con el actual modelo venezolano, criticarlo y resaltar sus dificultades para gestionar un país con amplios recursos energéticos y mineros, que no le permiten a su población resolver con su producción y recursos propios la alimentación y el acceso a productos y bienes esenciales.
Los trabajadores dependientes y en general los sectores cuyo ingreso depende de su trabajo, sienten y ven con impotencia el desmejoramiento de sus condiciones de vida, al tiempo de la repetición de un discurso que invoca mecánicamente al socialismo y a la revolución, pero que nada de ello detiene la desmejora de los empleos y el poder adquisitivo de los ingresos.
De haber sido el país que atrajo a grandes contingentes de migrantes, hoy es lo contrario, es un país que pierde valioso capital humano, tanto de nativos como de inmigrantes o sus descendientes que ahora apuntan a otro territorio. Por su parte, el capital que es más volátil y temeroso que el trabajo, reduce sus actividades y sólo deja aquellas que le permitan preservar la presencia en el mercado, abrigando esperanzas de un futuro con otra orientación política y económica.
La controversia de que cada proceso político que haya de dirimirse en los países de la región se establezcan paralelos o al menos referencias con el actual régimen venezolano, también tiene sus fundamentos en el hecho de su pretendida exportación y aspiraciones de liderazgo regional, aunque hoy casi inexistente.
Sobre la invocación del modelo de gobierno bolivariano ya es un lugar común mencionarlo en las campañas electorales de Hispanoamérica. En principio, desde los círculos más conservadores estigmatizan a dirigentes o propuestas de izquierda de aspirar repetir prácticas del chavismo.
Lo hemos visto en México (campaña candidatura de López Obrador), Perú (Ollanta Humala), Argentina (Scioli), e iguales situaciones se observaron en Paraguay, en algunos países del Caribe y de Centroamérica, y hasta en la política española, a pesar de un estrecho acercamiento en los inicios del Partido Podemos. Pero en la medida que se ha estabilizado como una tercera fuerza política en España y compitiendo con la segunda, ahora elude cualquier parecido con el modelo promovido por el gobierno venezolano.
En la región quedan las preguntas ¿Por qué Venezuela está hoy en la caótica situación política, social y económica? ¿Por qué la resistencia del régimen a reconocer y abrirse al diálogo con la representación mayoritaria en el parlamento? y finalmente, habiendo sido un régimen orgulloso de las frecuentes elecciones, la consulta popular, ¿Por qué ahora ni elecciones quiere hacer?
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