En nuestra contribución “Paros productivos sin convocatorias sindicales”, destacábamos el hecho inusual de la diversidad de paralizaciones de empresas de todas las áreas económicas, que no estaban explicadas por las relaciones laborales de empleadores y trabajadores, ni por las controversias propias sobre temas relevantes para la población trabajadora, como son salarios, empleos y condiciones de trabajo.
No se requiere repetir que, desde la fecha de la publicación del mencionado artículo -6 de octubre del presente año- a la fecha, persisten los mismos factores que gradualmente han incidido para una progresiva parálisis de la producción.
Dos factores estacionales se agregan a reconocer que las paralizaciones que ya traemos no se superarán en lo poco que falta del año, y se extenderán en el inicio del próximo.
Primero, ya estamos inmersos en una campaña electoral, y como es habitual esto genera una atmósfera que no propicia la actividad productiva, sino más bien es un ambiente distraccionista, ya que en nuestro mundo político casi toda elección es un plebiscito, que genera tensiones y condiciona la vida del país a la campaña electoral, el país productivo se resiente. En los entes estatales, desde las direcciones del más alto nivel se condiciona el quehacer de quienes ahí trabajan, a actividades proselitistas de búsqueda de votos y de participación en actos electorales, lesionando o desatendiendo el trabajo de verdad para el cual es contratada y remunerada la gente, o vinculando la prestación de servicios al mantenimiento del status quo. Un gobierno y un Estado que actúe de esa manera anarquiza la vida de las instituciones.
El segundo factor es que el fin del año es para muchas actividades tiempo de parálisis, sean por vacaciones colectivas para quienes mantienen una mayor continuidad, o de cierres temporales para actividades que luego de paralizarse en diciembre no reinician sino más bien entrados ya varios meses del año siguiente.
Una recesión que hoy alcanza a un menos -10% del Producto Interno Bruto, tomando como punto de partida un recesivo año 2014, se expresa de múltiples maneras, a saber:
- En el aumento de la pobreza y en el deterioro de la calidad de vida.
-En la venta de activos de la nación en el exterior, en la venta desventajosa para el país de su deuda por cobrar.
- En el retiro de los recursos nacionales en el Fondo Monetario Internacional.
- En la hipotecada relación con China.
- En la vaciedad y monotonía de los anaqueles y en las desoladas salas de exhibición de productos.
- En la calma de los puertos y cualquier otro todo medio de evidenciar la disponibilidad de bienes y servicios.
Veamos, por ejemplo, que en el 2014 no se formaban colas para adquirir baterías y neumáticos, hoy son cotidianas. Mas y nuevos productos y servicios entran en los espacios de los mercados negros, sea por las regulaciones artificiales, por la incapacidad de producirse en el país, y finalmente, por la incapacidad de importarlos porque no existen las divisas o el sistema de control económico estrangula y cierra las posibilidades de importación.
Cuando se hace referencia a las colas hay que tener presente que gradualmente se ha
venido sofisticando el sistema de acceso a ciertos bienes y servicios, en donde las largas filas de gente no están a la vista, sino que son sistemas de anotaciones en listados de paginas de Internet, proceso que exige invertir múltiples oportunidades de disciplinada disposición para encontrar las paginas accesibles y amigables, y poder introducir los datos y así, finalmente, colocarse en la cola de la lista.
Sobre la desolación de los puertos, se puede constatar que en el 2014 hubo una disminución de la actividad portuaria de un -34.5%, y en lo que va del 2015, el gobierno se abstiene de ofrecer cifras, pero datos de las cámaras de comercio de las ciudades en donde se localizan los dos principales puertos del país, la del Estado Vargas y la de la ciudad de Puerto Cabello, reportan una disminución del 90 y 50% respectivamente. (http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/10/151006_venezuela_economia_puertos_dp)
Lamentablemente estamos en una economía de guerra, y no en una guerra económica, como se pretende explicar desde el ámbito oficial la situación existente, ya que hay colas y nerviosismo para cada vez mayor diversidad de rubros. La economía de guerra deriva simplemente de no haber productos suficiente para las necesidades nacionales, debido a que se producen y se importan menos bienes, derivándose también que haya menos servicios. La paradoja de una economía de guerra estando en paz, luego de percibirse durante varios años los ingresos petroleros más cuantiosos de la historia del país.
Cierto que hay una interesada versión para la ficción de la guerra, ¿cual? La que se oye en los discursos del mas alto nivel oficial y que no se queda sólo en discursos, ya que se traduce año a año, en compras crecientes de innecesario equipamientos militares. Y la otra guerra, que si es inocultable y realista, la que ejecuta el hampa, por un lado la de cuello blanco conectada con las compras y manejo del erario público, y la tradicional que se ha desbordado ya que actúa en la calle sin temor al Estado y sus instituciones, golpeando a los ciudadanos pacíficos y desprotegidos por el sistema existente, e incluso un hampa con poder para enfrentar a los mismos cuerpos armados del Estado.
Indudablemente hay razones más que de orden laboral convencional, para tener por delante una situación de más parálisis productiva. La revolución está involucionando al país entero y sus medidas no posibilitan revertir el estado de parálisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario