sábado, 23 de febrero de 2019

PERDIMOS CINCUENTA AÑOS DE EVOLUCION SALARIAL. PRIORIDAD PARA LA TRANSICION



  Para ubicar en perspectiva lo que para la sociedad venezolana representa la hiperinflación, veamos la situación salarial en tiempos que las personas de mayor edad reconocen y recuerdan, y sobre lo cual hay la literatura de nuestra evolución económica-social-laboral. Es de importancia tenerlo presente, porque el país ha de ir de nuevo a vivir con una inflación de un dígito, como la amplia mayoría del mundo, donde los salarios si satisfacen no solo la sobrevivencia, como pudiera admitirse o esperarse de un salario mínimo de ingreso a la vida productiva, sino un buen nivel de vida y bienestar como compensación por la dedicación continuada, acumulando experiencias y conocimientos en la vida laboral.

  La mas famosa huelga por aspiraciones salariales que se registra en la historia laboral de Venezuela, es la de los trabajadores petroleros en diciembre de 1936, que concluyó con la emisión de un decreto presidencial que elevó el salario en un bolívar. Los salarios de los obreros petroleros oscilaban entre los 5 y 8 bolívares diarios. No existían las negociaciones colectivas, y había que ejercer presiones muy arriesgadas para lograr un aumento como este.

  Una década más tarde -1945-, otras presiones del movimiento obrero determina un aumento de dos bolívares diarios, para entonces los salarios petroleros rondaban los 10 bolívares diarios. Todo esto sin que aún existieran las convenciones colectivas, estos logros eran el resultado de presiones del movimiento. Estos dos casos corresponden al sector en donde se otorgaban los mejores salarios, además es importante destacar que el país no conocía la inflación, y el bolívar equivalía a casi un tercio del dólar (1$ = 3.15).

  Ochenta años más tarde, contamos una situación realmente alarmante. Ya no tenemos el 3.15 de aquél entonces, sino los tres mil y tanto por cada dólar -Dicom-,  para simplificar y no complicarnos con los ajustes por tantos ceros eliminados, dejemos así esta arbitraria comparación, lo que se quiere destacar es que hemos regresado 80 y 70 años en materia salarial.

  Pero en los primeros años de la década del setenta, ya contábamos con una bien establecida prácticas de negociaciones colectivas, con el salario como el elemento central, pero acompañado de otras cláusulas económicas importantes, vacaciones, utilidades, pago de las horas extras y otras bonificaciones. El país seguía disfrutando de una envidiada estabilidad de precios, no conocíamos la inflación, pero justo en el transcurso de esa década por primera vez tuvimos años con una inflación de dos dígitos bajos. 

  Las negociaciones salariales estaban en manos de los propios actores laborales, es decir las empresas y los sindicatos. Siempre en el ámbito del establecimiento y no en el plano sectorial ni nacional. Los aumentos oscilaban entre los dos y tres bolívares diarios. El dólar había pasado del 3.15 al 4.30, y seguía siendo el bolívar la moneda mas dura de toda América Latina. Para los extranjeros éramos un país caro, pero atractivo ya que se disfrutaba de un alto nivel de vida, de buenos servicios, los empleos permitían ahorrar y hacer inversiones en bienes durables, de amplias oportunidades para conseguir empleo, crecer en las organizaciones, y para los inversionistas era un país atractivo para establecer empresas.   

  Las negociaciones salariales se realizaban en valores nominales, una vez cada tres años. Fue la irrupción de la inflación de dos dígitos bajos, posterior al primer boom petrolero de la década del setenta que dio lugar a las primeras negociaciones en valores relativos, en porcentajes, así como a los aumentos escalonados, tanto de incremento para el primer año, algo menos para el segundo y tercer año de vigencia. Los aumentos salariales aún seguían mejorando los salarios reales del trabajador. Las relaciones laborales directas le seguían sirviendo a las partes, sin necesidad de decretos y de la intervención estatal en este sentido. Ella sí era importante facilitando las actividades productivas, promoviendo y mejorando la infraestructura económica y social, y muy particular la formación profesional, la seguridad social, entendiendo que estas se financiaban con aportes tripartitos. 

  Al quedar de manera permanente una inflación de dos dígitos, y luego ir elevándose de manera continua, la situación salarial fue transformándose. Por un lado, una mayor intervención salarial con los decretos de salario mínimo, por otro la reducción de la duración de los convenios colectivos y los aumentos más frecuentes, ya expresado en valores relativos. Esto es lo que hemos visto desde fines de los años setenta en adelante. Aún no regresamos a la inflación de un dígito, lo dominante en el siglo XX hasta mediados de los setenta. Pero, la transición en materia económica ha de permitirnos regresar a esa inflación, como ha venido siendo en Colombia, Ecuador, Perú, Chile, y en casi toda América Latina; como lo están viviendo tantos de nuestros jovenes que han migrado a esos países, y constatan lo que sus padres y abuelos conocen de la Venezuela de entonces. 

  Igualmente la transición en materia laboral, ha de priorizar recuperar el valor del trabajo. El régimen bolivariano ha sido constante en su afán de destrucción de los valores inherentes al trabajo, lo ha sustituido por los bonos que se asignan con fines de control social, por su tendencia a crear empleos no productivos ni generadores del crecimiento de los individuos, sino de rendir culto a símbolos para el control ideológico y preservar un régimen dictatorial e inclinado a sacrificar la soberanía del país por responder a intereses externos.



martes, 19 de febrero de 2019

HIPERINFLACION Y TRABAJO


  Vamos a abordar un tema sumamente importante en la vida laboral y en la vida general de una sociedad como es la hiperinflación y el trabajo, entendida la primera al alcanzarse durante al menos tres meses continuos una inflación mensual de un 50% o más. Es lo que vive Venezuela desde noviembre del 2017 y persiste en el día de hoy. 

  Al presente Venezuela es el único país en el mundo que sufre actualmente una situación hiperinflacionaria. No es un fenómenos usual en la vida de las sociedades, su ocurrencia en la mayoría de los casos ha estado ligada a catástrofes derivadas de guerras o de erráticas conducciones de la política económica, que es justo esto último el caso nuestro.  

  Lo errático de la conducción de la política económica a su vez es la consecuencia de una visión ideológica, que conlleva la toma de decisiones políticas y sociales que traen consigo efectos destructivos de las estructuras productivas, así como del valor del trabajo y de la riqueza tanto material como institucional, que conlleva con ello el deterioro de los capitales, especialmente el humano. Éste se minimiza, pierde su valor, aunque las personas pueden agudizar su ingenio para sobrevivir, sea explorando cómo tener ingresos incluso  independientemente del trabajo, sea recibir ayudas, dádivas como es el caso de muchas políticas gubernamentales; de todos modos las personas se restringen en sus consumos, en su calidad de vida; se cambian hábitos y costumbres buscando como estirar los ingresos. Otros conciudadanos
 migran a diversas actividades que brinden algunos ingresos, por esa vía se descuidan los empleos u ocupaciones matrices asumiendo actividades circunstanciales, todo porque las primeras no remuneran el esfuerzo dado. Hasta se ha generalizado el abandono de empleos porque no permiten cubrir la comida que ha de hacerse en la calle, o el pago del transporte de ida y vuelta al hogar. 

  En muchos casos se mantiene el estimulo de atender el trabajo, no tanto por la remuneración del esfuerzo, sino por que otorgan beneficios colaterales o accesorios a la remuneración, sea una comida balanceada y abundante, transporte, servicio médico, entrega de útiles de seguridad personal e industrial, que en algunos casos a su vez son vendidos en la calle, por ejemplo unas botas de seguridad pueden representar el salario de varios meses, y muy importante el acceso a los productos que se fabrican en esa empresa. La gerencia reconoce que esos beneficios representan en muchos casos, más dinero que el pago de los salarios.

  También hay los que se van del país, no aguantan tanta penuria, falta de reconocimiento a su capacidad de producir, falta o perdida de expectativas, incluso emigran corriendo riesgos de ir a lo desconocido, con informaciones insuficientes, pero asumiéndolos. Ya de tanta emigración venezolana hacia los países de la región, al fin sus gobiernos han entendido lo anormal de lo que acá había venido ocurriendo en materia política y económica, que si bien pudo ser barnizado con una política exterior del régimen, dilapidadora de riquezas para comprar apoyos en las relaciones internacionales. 

  Las consecuencias que tiene este fenómenos son harto complejas y rebasan el esfuerzo especifico que pretendemos en este breve artículo. Pero entendiendo que uno de los impactos mas sentidos en la sociedad es el que ocurre en el trabajo, en su valor y capacidad de darle respuesta a quienes lo ejecutan, que es potencialmente toda la población económicamente activa de una sociedad.

  El trabajo tiene significado porque en primer lugar permite satisfacer necesidades básicas, ello incluye alimentación, salud y gastos del hogar. Se trata de poder adquirir la canasta alimentaria y la básica, esta última contempla incluso algunos elementos que agregan la educacion, el transporte y la recreación. Entonces, si no es posible poder adquirir estos elementos imprescindibles para la vida personal y familiar, nos preguntamos ¿Qu sentido tiene el trabajo? En los diversos enfoques del significado de el trabajo, la sobrevivencia siempre representa su punto de partida, su fundamento. Si no te da para vivir decentemente ¿Qué sentido tiene trabajar?

  Más allá de poder satisfacer las necesidades básicas, el trabajo tiene otros significados, ya que es una vía para crecer a la par del desarrollo del individuo y de su vida familiar, pero todo lo demás tiene sentido si se cumple la condición que el esfuerzo laboral, permita satisfacer necesidades fundamentales para la existencia. 

  En paralelo hay necesidades afectivas, de pertenencia, de identidad, espirituales, de orgullo, culturales, que pueden o no estar presentes y relacionadas con el trabajo, lo deseable es que el trabajo es más que satisfacer necesidades básicas; no solo por las implicaciones económicas para la sociedad, para las instituciones productivas, sino para el ejecutante cotidiano. De todos modos, no hay duda que las personas se vinculan con otros ámbitos de pertenencia, sea la familia, la comunidad, la religión, el gremio, los grupos o entidades de adscripción, que también satisfacen necesidades de diversa naturaleza, pero entendiendo que es el trabajo la fuente principal de la provisión de lo material. 

  Con la hiperinflación el trabajo pierde sentido. Quienes son responsables de las políticas que dan lugar a este estado, incurren en un tipo de genocidio de los trabajadores.