domingo, 31 de marzo de 2013

REFORMA LABORAL: Amenazas y Oportunidades

La Revista COMPENDIUM del Decanato de Administración y Contaduría de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado acaba de publicar su Número 28, correspondiente a Julio de 2012, Año 15, pp 71 a 90, y en su contenido se incluye artículo de nuestra autoría con el título arriba indicado,  puede consultarse en:

http://www.ucla.edu.ve/dac/compendium/Revista28/Documento_Compendium_28.pdf

COMPENDIUM Revista de Investigación Científica
Decanato de Administración y Contaduría. Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado. Barquisimeto. Estado Lara. Venezuela.

domingo, 17 de marzo de 2013

COOPERATIVISMO Y JESUITAS

El nombramiento de un jesuita como conductor de la Iglesia Católica en el orbe, nos estimula a reflexionar sobre los aportes de los miembros de esta orden religiosa en asuntos que son de interés en el orden laboral. Concretamente en el nacimiento y fomento del cooperativismo en nuestro país.

Recordemos que en un primera etapa del proceso político bolivariano se le dio un impulso inusitado a esta forma de organizar el trabajo y la producción, fundada en la asociatividad de colectivos, es decir cooperativas.

Ya la euforia gubernamental en esta forma de organización social y productiva ha pasado. Pero en su momento pico – 2007 y 2008- los registros alcanzaron la constitución de cerca de doscientos mil organizaciones cooperativas y cerca de dos millones de afiliados. Luego se fue precisando que estos registros no eran reales. Un censo cooperativo colocó los datos en su lugar, y el número de cooperativas apenas superaba una quinta parte de lo anterior. Acompañado este crecimiento de un costo respetable, el Ministerio de Economía Comunal en el año 2008 citaba que entre 1999 y el 2008 se habían otorgado créditos por 1.5 millardo – de los viejos-, citado por V Álvarez, alto funcionario gubernamental. Buena parte de estos recursos no se recuperaron.

De esta experiencia de un fomento cooperativo improvisado y costoso, pocas cuentas se conocen, menos aún de las frustraciones que quedaron al levantar ilusiones de independencia productiva que no lograron la auto sustentabilidad propia y universal de estas organizaciones que desde el siglo XIX se plantearon ser una alternativa al desarrollo del capitalismo liberal.

No hay duda que el desarrollo del cooperativismo necesita del apoyo del Estado, así como lo recibe el empresariado en el fomento de la industrialización, o los productores del campo para mejores alimentos y materias primas. En fin es tarea propia de quién administra la renta petrolera así como los recursos tributados por la sociedad en general, volcarlos a los que producen para que lo hagan en las mejores condiciones y satisfagan necesidades de la vida de los ciudadanos.

Volviendo a las raíces del cooperativismo en nuestro país, Nelson Freitez, Profesor de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, lo ha venido investigando, concentrando su espacio de investigación en el Estado Lara, que desde hace décadas muestra las más sólidas experiencias de cooperativismo de base y de integración cooperativa. Su investigación releva la acción promotora del Estado y de la Iglesia Católica, especialmente vía el Centro Gumilla, organización de los jesuitas, en la etapa de resurgimiento del cooperativismo que lo ubica en la década del sesenta.

Freitez nos precisa que el Centro Gumilla se creo en Barquisimeto en 1966 y desde ese mismo momento promueve un plan de formación orientado a la expansión e integración cooperativa. En un primer momento se promocionaron las cooperativas de ahorro y crédito, era de una de las necesidades más sentidas de la gente popular y relativamente fáciles de manejar y se podían ver los beneficios pronto. Un convenio con Fundacomun en 1969 permitió sustentar y ampliar las acciones extendiéndola a más de diez entidades del país.

En los años setenta la organización cooperativa llega a las zonas altas del Estado Lara, así como al Municipio Torres, contribuyendo a la producción de alimentos.

De este esfuerzo nació un cooperativismo que con recursos propios y modesta ayuda estatal alcanzó su sustentabilidad y autonomía. Que si bien ha pasado por momentos de auge y de crisis, ahí está cargado de experiencias y de valores, cumpliendo su misión.

De las experiencias cooperativas más estudiadas y conocidas que tienes su asiento en el Estado Lara, destacamos la Ferias de Consumo Familiar, adonde semanalmente aportan sus productos unos 300 productores constituidos en cooperativas y en asociaciones civiles de productores, también 10 unidades de producción comunitaria que agrupan a 60 personas. Esta producción es llevada semanalmente a 28 centros de ventas en la ciudad, donde actúan 50 agrupaciones cooperativas, trabajando alrededor de 900 personas en labores de comercialización. Los compradores, cincuenta y cinco mil familias se benefician en la calidad, los precios y la organización. Todo esto no le cuesta nada al Estado, es el trabajo cooperativo genuino de colectivos con educación y principios cooperativos.

A lo largo de esos cincuenta años de desarrollo cooperativo, los jesuitas y los colectivos de ciudadanos practicantes de la solidaridad, que han aportado a la construcción y funcionamiento de esta organización socio productiva, nos ofrecen la oportunidad de aprender el hacer trabajo cooperativo.

lunes, 4 de marzo de 2013

LA IDENTIDAD Y AUTONOMIA DE LOS TRABAJADORES


De los diversos problemas que encara un proceso de unidad de los trabajadores, uno de ello es el de la identidad con la condición concreta de ser trabajador. De lograr desprenderse de la tutela del poder, y de reconocer las fuerzas propias que como trabajadores se tiene.

 Tengamos en cuenta que todos respondemos a diversas identidades, ya que tenemos pertenencias a lo largo de nuestra vida a distintas condiciones o status. Empecemos por la condición de un recién nacido, de un bebe, sin duda en los primeros años de vida quedamos marcados por la relación materna y paterna, en todo caso se construye la relación familiar. Los valores y creencias familiares se transmiten a los hijos, en el marco del contexto cultural en donde se vive.

            Llega el momento del contacto más frecuente de los hijos con la calle, la escuela desde primaria hasta superior, los medios de comunicación, los compañeros de estudios, los residentes de la zona en donde se habita, y todo ello se amalgama con lo que se ha venido construyendo en el seno familiar. En todo ese proceso se van construyendo identidades además de las familiares, ya aparecen identidades religiosas, nacionales, locales, paisanaje, políticas, y otras según las circunstancias.

            Al incorporarse la persona al mundo del trabajo, nos encontramos un cierto grado de segmentación, según como ocurra la inserción laboral. En tiempos lejanos de la Venezuela pre petrolera, e incluso ya en la petrolera en sus primeras décadas, la inserción dominante era al mundo del trabajo del campo, con una notable marca de la influencia familiar.

            Con la modernización que los mismos recursos provenientes del petróleo permitieron, ocurrió un acelerado proceso de urbanización que dio lugar a que Venezuela fuera en este orden el país del proceso más rápido de toda la Latinoamérica y el Caribe, y eso es un asunto que conlleva complejidades. Estamos hablando de los años cincuenta para acá. Esto cambió el mapa demográfico nacional, tanto en su crecimiento como en su distribución espacial.

Hace 70 años el país tenía cuatro millones de habitantes, hoy tiene ocho veces más. Igualmente el país en esa época era predominantemente rural, y hoy las migraciones internas y los flujos de inmigrantes de varias décadas (especialmente de los cincuenta a los setenta) han dado lugar a que más del noventa por ciento de la población reside  hoy en asentamientos urbanos.

            En esos setenta años el país cambio, y con ello las identidades se complejizaron. A las identidades tradicionales como la familia, la religión, la escuela, el sitio de vida, se agregaron las propias de la vida moderna, vinculadas con las migraciones, con las ocupaciones y las diversas inserciones laborales, con los vínculos que los intercambios culturales y la amplia información a la cual se tiene acceso van permitiendo.

            Se reconoce que desde los años treinta hasta los años ochenta el país permitió condiciones para  que buena parte de su población mejorara sus condiciones de vida, para brindar oportunidades y expectativas de una mejor condición en las familias de una generación con relación a sus antecesores. En la literatura de autores europeos para referirse a un proceso de expansión continuada suelen hablar de los treinta años dorados, los gloriosos treinta que fueron del fin de la segunda guerra mundial hasta los años de la primera crisis petrolera, de la primera mitad de los setenta. En nuestro caso son los gloriosos cincuenta años.

            Ahora cabe preguntarse si todo ese proceso en cuanto al mejoramiento de la vida de la población y de la construcción de la infraestructura del país estuvo sustentado por las luchas unitarias de una clase trabajadora autónoma. Pensamos que si hubo contribuciones a las conquistas, pero que fundamentalmente nuestro caso obliga a tener muy presente la renta petrolera, y su administración y distribución por parte de quienes han detentado el poder del Estado. Lo que conllevó a que todas las clases sociales, la de los propietarios y las de los trabajadores se constituyeran en dependientes, ya que en alguna medida fueron beneficiarios del modo de reparto de esa renta.

            Con lo anterior se observa que se construyó por parte de los trabajadores una identidad muy poderosa con aquellos que ocupan las posiciones de control del poder del Estado, es decir una identidad con el poder, que connota posturas de sumisión y subordinación, y que contrarrestan y dificultan el desarrollo de posiciones autónomas en la construcción de las organizaciones de clase, y en este caso de la clase trabajadora.

            Agréguese que desde los ochenta ha habido un proceso de desmejoramiento constante de la situación material y política de la clase trabajadora, que no ha sido contrarrestado con la implantación de un modelo efectivo de cambios en las relaciones de poder y al mismo tiempo en el diseño y aplicación de un nuevo patrón productivo, que brinde oportunidades a la población nacional del momento y las que vienen, que no siga sustentado simplemente en el consumo de la renta petrolera.

            En estos últimos años el nivel de desarrollo de las organizaciones de los trabajadores han venido siendo restringidas en sus derechos y capacidades,  para poder jugar un papel realmente protagónico en la actual etapa transicional. Se trata de una restricción que no sólo es la histórica del capital en su constante proceso de asegurarse tasas de ganancia y mecanismos de control suficiente para preservar su hegemonía, sino de quienes ejercen el poder del Estado que promueve nuevas maneras de relacionarse con el capital y el trabajo. Por ello es imprescindible la identidad de los trabajadores en su condición de tales.