sábado, 27 de octubre de 2012

ASISTENCIALISMO Y CIUDADANIA


Luego del 7 de Octubre es frecuente oír y leer entre los análisis que intentan dar explicación a los resultados electorales, que la votación que dio la victoria al Preside nte incluye un componente asociado al cultivo y a la práctica de la dadiva y del asistencialismo en general, brindada a los sectores populares en donde está el grueso de la votación chavista.

            La dadiva, o el regalo, así como el asistencialismo refiere a dar sin conexión con el trabajo. Estas prácticas las hemos visto en toda la historia moderna de Venezuela. Hay sectores que el Estado debe atender por esta vía.

            El asistencialismo no es extraño a las políticas económicas más convencionales, incluso hasta las políticas neoliberales reconocen que hay la necesidad de brindar asistencia a sectores desplazados o que no se insertan en la actividad productiva. Reconocen que en el ámbito productivo hay un espacio para un determinado número de trabajadores y que más allá del mismo, es decir lo excedentario también hay que atenderlo, por la vía del asistencialismo y la dadiva.

            En nuestra sociedad que no es precisamente orientada por el neoliberalismo en sus políticas económicas, los segmentos de la población al margen de actividades productivas es numerosa, y no hay creación de empleos productivos suficiente para la población actual ni se observan previsiones para el futuro. Además se observan desplazados de actividades productivas que no logran insertarse y quedan como sujetos de eventuales políticas asistenciales.

            En nuestro caso, el grueso de las políticas sociales asistencialistas se manifiesta en las misiones; la cuales se han caracterizado por su rápida y expedita creación, al margen de los engorrosos mecanismos que se exige en el ámbito público para la creación de nuevas instituciones. Igualmente son mecanismos de mínima vigilancia y control por parte de los órganos del Estado para tal fin, digamos el Parlamento y la Contraloría General de la República.

            Se entiende que hay urgencias sociales que requieren acciones aceleradas dada las necesidades. Pero que luego de un lapso determinado, la urgencia se habrá superado y dicho programa habrá cumplido la emergencia, y es de esperar que la actividad entrará en el ámbito de la estructura establecida del Estado, sea la educativa, la de salud, la laboral u otros ámbitos sociales, que sí responde a mayores controles y cuenta con equipos humanos calificados e infraestructura apropiada. 

       En el marco de su funcionamiento también se trata del registro de los beneficiarios, de su asistencia y de la reciprocidad entre el que es asistido y quién brinda la asistencia. En el buen sentido, el asistido retorna gradualmente al Estado y a la sociedad con tareas acordes con sus capacidades la asistencia recibida. Digamos si una persona aprendió un conocimiento, luego lo transmitirá a otros, y así sucesivamente.

            El manejo sin control de los programas sociales ofrecen la tentación de prestarse para el control social e ideológico a favor de quién concede sin vigilancia. Ante los extremos en este sentido, las poblaciones asistidas se protegen a lo sumo dejando de atender el programa social, pero dado que el mismo va acompañado de la recepción de dinero, para quienes están en condiciones de pobreza material es una concesión importante.

             Regresando a nuestro primer párrafo, dado lo expuesto no parece haber duda que los administradores de las misiones vean natural que los beneficiarios sean movilizados para las demandas de tipo electoral planteadas en el país. He aquí un efecto perverso. Son recursos de la nación los que se utilizan y por tanto han de estar a la disposición de los ciudadanos sin ningún tipo de condicionamiento político o ideológico. Lo contrario si pudiera entenderse, es decir si los recursos son del patrimonio de quién implementa y administra el programa social, se puede tomar la licencia de condicionar. Por supuesto que el condicionamiento se presta a hacer más dependiente al asistido, y limitar el desarrollo de su ciudadanía. 

sábado, 20 de octubre de 2012

PASIVOS LABORALES Y PETRORINOCOS

 
El pago de los pasivos laborales a trabajadores de la educación con estos instrumentos es una experiencia novedosa en las Relaciones de Trabajo del país. Estos pasivos lo conforman tanto las prestaciones sociales como los intereses que ellas causan por ser deuda del empleador. El deudor –gobierno nacional- aprovecha y afirma que de esta manera cumple con la deuda social, y coloca el petróleo al servicio del pueblo.

            Para los acreedores – los trabajadores-, luego de un período que empezó en 1975 al darsele carácter de derecho adquirido a la antiguedad y el auxilio de cesantía, y luego  en 1997 cuando se reforma la Ley Orgánica del Trabajo y se modificó el sistema de recalculo de las prestaciones sociales, entre otros elementos, completa un largo período de espera que finalmente encuentra respuesta a sus expectativas y exigencias.

            El primer lapso que exigió respuesta de los entes estatales en el cumplimiento de la reforma de 1997, venció en el 2002. Es decir los cinco años establecidos para la constitución de los fideicomisos. En el sector público sólo se cumplió esta exigencia para las nóminas de personal obrero, y en general para quienes trabajaban para empresas estatales, salvo casos excepcionales, como el sector petrolero, en donde los sindicatos, fijaron posición de oposición al nuevo sistema. Así que en esta primera etapa, estos pasivos laborales o la deuda social como también se le llama en la media oficial,  se acumuló casi toda en el propio período actual, ya que corrió desde 1998, hasta el 2002.

            En la mitad del lapso anterior – año 2000- se aprueba una nueva constitución, que exige que ha de regresarse al sistema de cálculo de las prestaciones anterior a la reforma de 1997. Es decir, dejar las cosas como estaban. Entendemos, aunque no justificamos, que esta disposición transitoria -4ta disposición, numeral 3ero-, contribuyó a no mover un ápice el cumplimiento de pago de los pasivos laborales que se venían multiplicando, y que crecían más rápidamente por los años de alta inflación que ha caracterizado al lapso que se ha vivido en lo va de siglo XXI.

            Se confabula con esta inercia en el cumplimiento del empleador gubernamental, el que desde el Parlamento no se activa decididamente poner en práctica lo exigido en la disposición transitoria 4ta, en su numeral 3ero. Si bien estaba en la agenda la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, fue evidente que no representó una prioridad en las distintas legislaturas que van desde el año 2000 hasta el año 2011. Hasta el Poder Judicial en un momento dado conminó al Legislativo a cumplir con el mandato constitucional, pero nada pasó. Incluso los intercambios entre el Legislativo y el Ejecutivo en torno a la reforma de la LOT se trancaban en el tema prestacional. Desde el Ministerio de Finanzas se señalaban observaciones a este punto, por la cuantía de los recursos implícitos.

            Si estos pasivos laborales o esta deuda social fue incrementándose,  en este análisis se podrá ver el por que. No hay que estar mirando para otra parte, simplemente el empleador no cumplió en su momento.

            El escenario electoral presidencial sirvió de marco, para que se activara un proceso que dio lugar al surgimiento de un mecanismo de pago de estos pasivos laborales. Para conectar varios eventos, empecemos en primer lugar con el compromiso presidencial ante la masa obrera en el nacimiento de la nueva Central Bolivariana Socialista de Trabajadores -el pasado noviembre-, de impulsar una nueva ley del trabajo.  Inmediatamente el nombramiento de una Comisión Presidencial sin representatividad sectorial y de los actores de las relaciones de trabajo y de la  producción. Todos estaban ahí por la voluntad presidencial. A la postre sale un texto legal oficial que abre camino para este pago.

            Por supuesto que de este proceso de construcción legislativa, en el marco de una ley habilitante que nació para resolver asuntos que no tenían nada que ver con el ámbito laboral, y por otra parte prescindiendo del órgano natural para este proceso, como es la Asamblea Nacional,  deja una estela de interrogantes que quedan flotando en el ambiente.   

            Finalmente el país cuenta con una nueva legislación laboral, el Decreto Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras. Que sobre el tema prestacional decidió eclecticamente  mantener vigentes los dos regimenes – el pre 1997 y el que nació en esa reforma- y que fuera el trabajador que escogiera el que le diera mayor cantidad de bolívares, ya que según escenarios de antigüedad, inflación y ritmos de incrementos salariales, puede ser más beneficios uno u otro. Por cierto que esto derrumbó la tesis del “despojo”, como en algunos medios se le señalaba a la reforma de 1997.

            Ante los pasivos laborales ha habido una constante presión por parte de los gremios educacionales, especialmente el de los universitarios, tanto docentes como administrativos. Los primeros han convocado acciones de calle para reclamar los pasivos, ya sea su pago, o la construcción bilateral de las metodologías para la cancelación. Hay que destacar que reclamos laborales por pagos son comunes en las relaciones del trabajo del país, pero más bien por retrasos en pagos de salarios, de lo inmediato,  o incumplimiento de condiciones de trabajo. 

            Es por ello que consideramos que con este antecedente y práctica gremial, sus afiliados se han ganado la prioridad en pago de los Petrorinocos. Si bien el empleador no accedió a la construcción bipartita de las metodologías, hay evidentemente una notable vigilancia de estos procedimientos por parte de la comunidad y de sus organismos gremiales, que dan lugar a que sobre la materia exista en esta primera etapa del pago de los Petrorinocos normalidad en los montos y en la conversión en dinero en efectivo, como corresponde a los pasivos o deudas laborales.

sábado, 13 de octubre de 2012

CONTEXTO POLITICO ELECTORAL Y MUNDO DEL TRABAJO

Las Relaciones de Trabajo son sensibles al contexto, de el depende su funcionamiento. Dos dimensiones del contexto determinan la marcha de las Relaciones de Trabajo, los aconteceres políticos y los económicos.

            En lo inmediato hemos estado inmersos en una campaña electoral presidencial, luego otra de gobernadores – a escasas semanas-, y luego la de alcaldes y concejales – en el primer cuatrimestre del próximo año-. En el presente artículo, orientamos el análisis de lo contextual político, y dejamos lo económico para otro momento. 

           Hay que destacar que desde diciembre de 1998 a este 7 de Octubre del presente año, se han realizado catorce elecciones de alcance nacional que tienen que ver con los poderes públicos, es decir un promedio de una elección nacional anual, ya que estamos hablando de un lapso de catorce años. Es importante destacar que en esta cantidad se incluyen cinco referéndum, y el hecho de que se han separados las elecciones presidenciales de las de gobernadores y alcaldes, y ahora también se separan estas últimas, lo que abona a un llamativo número de elecciones.  

           Además si se toma en cuenta que ha existido desde el inicio de la presente etapa política, el propósito diferenciador con todo lo ocurrido en la gestión estatal de la etapa precedente, en la terminología naciente, la cuarta república. Incluso el afán diferenciador va más allá de esos cuarenta años, y se remonta a todo el siglo XX. Algo así como si todo empezara a partir de 1999. Temas como la justicia, la igualdad, la libertad, la soberanía,  la dignificación, no existían y ahora sí. Por supuesto que esto trae consigo el mantenimiento de una situación de polarización política extrema.

            Entonces, estos dos elementos configuran un contexto político nacional sumamente influyente en el comportamiento de los actores que se desenvuelven en el mundo del trabajo, ya sea en los espacios productivos directos, como en los espacios institucionales estatales que tienen relación con el mundo del trabajo.

            Veamos lo electoral y el desenvolvimiento de los gremios, sea de trabajadores  de empresarios. La polarización los absorbe. Hay organizaciones y líderes que se adhieren a una u otra de las dos opciones que representan los dos polos. Realmente la adhesión no es el problema, sino que los intereses de las organizaciones y de sus afiliados se subsumen en los planteamientos de las opciones políticas. Ocurre el fenómeno que la química llama la dilución. Se atenúan las posiciones de los sectores del mundo del trabajo. Se pierde la oportunidad de fortalecer las organizaciones gremiales, por estar en la cola de los propuestas electorales. En estos procesos electorales recientes, consideramos que este fenómeno ocurre tanto en la propuesta oficialista como en la opositora.

            Sin tomar como modelo optimo, pero si como experiencia que favoreció el desenvolvimiento sindical en un determinado período. Es el caso del sindicalismo de los principales partidos políticos en los años 60 al 80, es decir AD y COPEI. Su órganos directivos, notablemente el caso del Buró Sindical de AD, era determinante para decidir quien sería el candidato a la Presidencia, así como para asegurar cuotas parlamentarias nacionales y regionales. Todo lo cual le permitió tener influencias en políticas nacionales, que ejecutaba el Ejecutivo y el Legislativo.

            Hoy las organizaciones del mundo del trabajo están casi marginalizadas. Carecen de influencia para determinar agendas en las propuestas de los candidatos a gobernar. Del lado del oficialismo, hay un esfuerzo de varios años y de muchos recursos materiales que ha centrado su accionar en los espacios comunales, y por tanto ha privilegiado las adherencias que provienen de las comunidades, más que las que provienen del mundo de la fábrica o centros productivos. Con éstos se mantienen rezagos en el cumplimiento de compromisos legales y contractuales, además de convenios colectivos desmejorados o congelados. 

            No es ajeno a esta política de vinculación política electoral y gestión de votos, ir adonde hay mayor número de votantes, tal es el caso de las comunidades; que son también los espacios de vida de los trabajadores. Pero en esos espacios populares habitan los trabajadores tanto de la formalidad como de la informalidad, en otros términos tanto los organizados sindicalmente, como aquellos que no disponen de ese instrumento. De aquí que privilegiar esos espacios recoge adhesiones con compromisos,  al establecimiento, o a cambios o mantenimiento de políticas públicas que no están centrados en el mundo del trabajo, sino más bien el ámbito de la asistencia. 

            En este contexto político, las relaciones de trabajo son vistas como expresión y resultado de la acción estatal, más que de las dinámicas propias de los actores que viven en los espacios productivos. Faltaría ocuparse un poco más del contexto económico, para completar el análisis.